Capítulo 12: El silencio quebrado y la carga del poder.El aire vibraba aún con los ecos de la batalla, un zumbido fantasmal que se colaba por cada rincón del bosque. Los árboles, testigos mudos de la furia desatada, parecían retorcerse más que nunca bajo la luz mortecina de la luna. Agnes, de pie en el centro de aquel caos, sentía el poder fluir a través de ella, una corriente incontrolable que la consumía y la transformaba al mismo tiempo. Sus ojos, ahora dorados y brillantes como el sol naciente, miraban fijamente el lugar donde las criaturas de sombra se habían desvanecido, disueltas en el aire como humo. Su voz, esa misma que había estado atrapada por años en el nudo de su garganta, había gritado el nombre de Amón, una liberación ensordecedora. Y luego, sus últimas palabras resonaron en la noche: "Ya no tengo miedo. No dejaré que te hagan daño, Amón. No dejaré que dañen a nuestra manada."Pero el agotamiento la golpeó con la fuerza de un martillo. Su cuerpo, que un instante antes

Capítulo 14: El Crucible y el pacto de sangreAgnesEl búnker, antes una prisión de sombras y recuerdos, ahora era un lienzo en blanco para sus nuevos miedos. Agnes había pasado los días siguientes a la partida de Amón sumida en una vorágine de emociones. La ira por haber sido dejada sin una palabra de despedida se mezclaba con la punzada de abandono que le era tan familiar, un eco de su niñez. Pero más allá de eso, se aferraba a la nueva sensación de su voz, un tesoro recién descubierto que aún sonaba extraña en sus propios oídos. Pronunciaba palabras al azar, susurraba al aire, maravillada por el simple acto de emitir sonido. Y el poder. La fuerza que había emanado de ella, aterradora y eufórica a la vez, era un misterio que ardía en sus venas, una promesa de algo más grande.—"Quiero empezar el entrenamiento hoy" —escribió en su pizarra, entregándosela a Dimitri una mañana, sus ojos negros fijos en los suyos, sin titubeos.Dimitri la observó, una mezcla de admiración y preocupación

Capítulo 16: Ecos del Destino y el Abrazo de la SombraAgnesEl aire del búnker, ahora cargado con el sudor de su esfuerzo y el tenue aroma a ozono de su poder, se había vuelto un testimonio de su incansable voluntad. Agnes no descansaba. El velo de tristeza y la extraña rabia por la partida de Amón aún se posaban sobre ella, una sombra en su alma. Se sentía abandonada, dejada atrás en un momento de crisis, justo cuando su voz había regresado y un poder abrumador había explotado de su interior. Sin embargo, su determinación era un fuego incandescente que quemaba más fuerte que cualquier resentimiento. Ya no era la niña asustada, la carga inútil. Era la Luna, la clave de una profecía, y necesitaba ser fuerte, no solo por sí misma, sino por la manada que la había acogido, y por el Alpha que, a pesar de su partida, era su ancla.—"Quiero una sesión más intensa hoy, Dimitri" —escribió en su pizarra una mañana, sus dedos apretando el marcador con una fuerza inusual, sus ojos negros, ahora m

Capítulo 19: La vorágine del Ángel y la semilla del caos.AgnesEl aire en el búnker ya no solo olía a ozono y sudor; ahora, había un matiz metálico, eléctrico, como el que precede a una tormenta. Agnes sentía que cada fibra de su ser vibraba con una energía incontrolable. La explosión de poder de la noche anterior la había dejado exhausta, pero también extrañamente conectada. No solo con Amón, cuyo lazo latía con una urgencia que ella percibía, sino con algo más oscuro, algo que la llamaba desde las profundidades de sus visiones. La marca de espiral en su palma, aunque invisible al ojo, ardía con una intensidad constante, un pulso que resonaba con el amuleto que Britania había dejado cerca de la puerta. Era un eco, una llamada a la oscuridad que la había acechado en sus sueños.—"Dimitri, el fuego… lo siento en mis venas. Es como si el aire respirara conmigo" —escribió una mañana en su pizarra, sus manos temblaban con una energía que la desbordaba. Sus ojos, ahora casi permanentemente

Capítulo 21: El Abismo en sus Ojos y el Peso de un SacrificioAgnesEl grito. El sonido gutural que había escapado de su garganta, desgarrando el aire, no era de dolor, sino de una agonía más profunda que cualquier herida física. El eco de la criatura disolviéndose en la nada, los gemidos ahogados de la tierra bajo sus pies, todo se mezclaba en una sinfonía caótica que resonaba en su mente. Pero lo único que Agnes veía, lo único que sentía, era el cuerpo inerte de su hermano, Diego, tendido en el suelo.Su Diego. El que la había protegido, el que había llevado luz a su oscuridad, el que había mantenido viva la llama de su humanidad. La sangre, cálida y espesa, se extendía bajo él, una mancha oscura que se expandía, devorando la tierra a su alrededor. El aroma de su vida escapando, una esencia que se desvanecía en el aire frío de la noche.El lazo. Se rompió. No el de Amón, no el de la Luna, sino el suyo propio. El lazo con su humanidad, con la parte de su pasado que la mantenía atada a