Sin dudarlo, Serena se arrodilló frente a él, suplicando—. Por favor, majestad. Necesito verlo. Necesito saber que está bien.Ese gesto rompió la poca compostura que le quedaba al soberano. Tomó a su hija por los brazos y la atrajo hacia él, envolviéndola en un fuerte abrazo. En ese momento, tenerla cerca fue la única medicina para el caos emocional que lo invadía. Sentirla a salvo le daba paz.Para Serena, ese abrazo fue lo que finalmente la tranquilizó. Por un instante, sintió que todo estaría bien, que nada podría herirla mientras él la protegiera.—Te llevaré con él —susurró el Rey, mientras ella seguía temblando en sus brazos.Ambos salieron del palacio. El Rey ordenó preparar el carruaje y que una escolta los acompañara hasta la prisión. Una división entera de guardias se organizó para escoltarlo, lo cual alertó de inmediato a Héctor y Matías, que ya se encontraban en tensión ante la conducta inusual del soberano.Mientras tanto, André, que ya estaba al tanto de la situación, lle
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