37.
― Tranquila, podrás explicármelo todo ― dijo el Rey con voz serena. Podía ver las lágrimas contenidas en los ojos de su hija, mientras que las suyas propias estaban a punto de salir. ― ¿Te apetece un poco de chocolate caliente? ―

― ¿Qué? ― Serena no esperaba ese giro en la conversación.

― Es una noche fría. Llegaste hasta aquí por tu cuenta y a pie. Lo sé porque el carruaje de Héctor está afuera, y mis guardias ya se han movilizado para buscarte. Además, puedo ver que este tema es delicado para ti. El chocolate nos ayudará a entrar en calor y a hablar con más calma. Y no es por presumir, pero preparo un chocolate excelente ― dijo el Rey con una leve sonrisa, levantándose y extendiéndole la mano. ― Vamos a la cocina. Puedes contarme el resto allá.

Serena estaba conociendo al hombre que era su padre. Era la primera vez que hablaban así, y desde esa perspectiva no parecía el hombre imponente y estricto del que todos hablaban. Comprendió que, en realidad, era un hombre gentil y cálido. Eso
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