CAPÍTULO 1

Capítulo 1 "Reencuentro con el Pasado".

La vida que escogi no es sencilla, pero verdaderamente me apasiona. Me encanta lo que hago, me encanta regresar a casa y que mi pequeña hija me vea como su Heroina. Que me pregunté qué cirugía realice, qué procedimiento nuevo aprendí... ¡porque si! A mi hija también le apasiona la medicina. Mi Emira no será Top Model... Será Doctora como su mamá, y nadie se puede imaginar la satisfacción que eso causa en mi.

Eso es lo que recuerdo cuando las noches se hacen largas, y las guardias son intensas. Pasan las cuatro de la mañana, está por amanecer y no veo las santas horas que eso ocurra.

Por fin terminará la guardia, y solo deseo volver a casa, tomar una ducha caliente y meterme en cama hasta que llegue la hora de recoger a Emira de la escuela.

Gracias a dios cuento con mi vecina, la Señora Madelein, la cual me cuida como si fuera mi madre, y a mi niña la ve como si fuera su  única nieta.

El beep de mi localizador interrumpe el sublime momento de degustar el  horrendo café de la máquina del cuarto de los médicos. Justo  cuando  intentaba tomar algo caliente y con mucha cafeína para desperezarme. Aparto el vaso para leer el mensaje de alerta, y noto que es una emergencia. Suelto el vaso ruedo los ojos agotada, al menos me salve de una gastritis al no tomarme el café.

Me encanta mi trabajo, amo ser doctora y casi cirujana general… pero las horas en urgencia ya me están despedazando los pies.

Salgo a correr por los pasillos, soy una de las pocas de residentes de cirugía que están de guardia esta noche, así que si me están llamando es que la cosa pinta fea.

«¿Es que la ciudad de Altlanta no duerme?»

Si yo pudiera  de seguro estuviera en mi cama acurrucada a mi hija, y descansando la madrugada entera. Ah, pero no. ¡A la gente ese plan no le gusta!

En un dos por tres llegó al servicio es urgencia, y tal como supuse la cosa es un completo caos. Hay heridos por todas partes y siguen llegando ambulancias con más. Parece un hormiguero tras un aguacero.

— ¿Que ocurrió?— le preguntó a la jefa de las enfermeras, que me alcanza un par de guantes con prisa mientras me  lavo las manos a velocidad luz, me seco y meto mis manos en el látex mientras que ella me explica.

—Un accidente múltiple en la avenida…

—!Hasta que llega  Doctora De la Fuente!— me aborda el jefe de cirugía qué pasa a toda velocidad tras de mi. Él también viene llegando  a la sala pero me muerdo la lengua para no decir una grosería —.¡Necesitaré un par de manos  extra! Así que…¡Despabílate y ven conmigo!

Ruedo los ojos, pero no puedo molestarme con él… a pesar de tener solo treinta y ocho años Dave Brown es toda una eminencia en la cirugía general, y un maestro excepcional. A él debo casi todo los que sé. Me ha enseñado cada truco… cada detalle… cada especificación, gracias a él soy la cirujana que soy. 

—Tranquila— me reconforta la jefa de enfermeras pasándome una sobrebata de papel especial— Solo tendrás que soportarlo durante el resto de la madrugada. Quizás entre un hueso roto y una herida abierta, se te declare esta noche— insinuó Marta, que normalmente era una de mis mejores amigas, excepto cuando soltaba ese tipo de comentarios.

Preferí no responder, y salí corriendo por todo el atestado salón de urgencias del hospital. Enseguida me puse a la altura del jefe de cirugía y lo seguí de cerca.

Topamos con un hombre con un traumatismo bastante severo en el pecho.

—Neumotorax— murmuré y Dave me miró con orgullo. Yo era su mejor alumna. 

No demoré mucho para que se diagnosticar una hemorragia pericardica en el paciente, y tuviéramos que realizar una toracotomía de urgencia.

Ni siquiera nos preocupamos en llegar al quirófano. Si no procedíamos a toda velocidad el paciente se moría allí mismo. Así que sin otra opción viable que pudiera aliviar la presión del pecho del pobre hombre.

—¡Un tuvo de cinco!— me pidió Dave, bisturí en mano. Una enfermera pasó el tubo mientras yo me encargaba de revisar los traumatismos en el pecho del paciente.

—¡Cinco miligramos de epinefrina!— le pedía la enfermera que nos asistía, y  se lo administre al paciente.

Dave corto con precisión milimétrica en el especio intercostal del lado izquierdo del torso. El tubo por desgracia no fue necesario, nada más que accedimos a la cavidad pleural, la sangre salió disparada por todas partes, bañando mi sobrebata, el piso, manchando mis zapatos y mi pantalón.

El paciente de inmediato comenzó a respirar, y Dave salió disparado con ayuda de un camillero en dirección a un quirófano.

—¡Tú la llevas!— grito Dave mientras se alejaba de mi. —¡Estas a cargo Camil!

Realmente urgencias  parecía zona de guerra. Y yo me había quedado como General al mando.

Seguí examinando heridos a toda prisa, y sin perder ni un segundo. Había varios casos que con un Ortopedico, vendaje y par de suturas  se resolvía el problema.

Así seguí trabajando dando todo de mi, hasta que un par de ojos verdes se posaron en mi rostro.

Al principio creí que era una alucinación por la adrenalina del momento, o un espejismo... cientos de veces busque su cara en otros hombres, pero ya esa etapa estaba superada. 

Era él, y sangraba... era él y estaba herido. 

Estaba herido, y aún así la que casi se desmaya de la impresión fui yo. Quise correr, pero no era capaz de dejarlo herido, más cuando me estaba mirando, desarmándome con la mirada más bien. Es que así era él... no me amaba, pero por instantes parecía como que si. 

La vida tenía que estar muy enojada conmigo, para mandarme a este hombre justo hoy en que parecía más una carnicera que una cirujana.

«¿¡Farid!?»

«¿¡En Atlanta!?

«¿¡Que demonios hacía él en medio de un accidente!?».

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