CAPÍTULO 5. Una boda por un nombre

Skyler sintió que las manos le temblaban, le temblaban las piernas y el resto de ella no estaba mejor. Ni siquiera se había dado cuenta de la forma en que su cuerpo reaccionaba a él hasta que fue demasiado tarde. Y ahora él sabía que le gustaba… ¡M@ldición! ¿Pero cómo lo evitaba? ¡Si parecía un condenado dios!

Se metió a bañar y se quitó todo el olor dulce que traía, se limpió bien las heridas y volvió a vendarse y a ponerse las pulseras. Intentó dormir, pero sabía que, en mucho tiempo de ahí en adelante, no sería capaz de descansar de nuevo.

Todavía faltaba un poco para que amaneciera cuando se levantó, se puso el maquillaje que necesitaba y fue a la cocina. Todo estaba oscuro, había frío y el jardín interior de la mansión estaba sucio y olía horrible, a alcohol de la fiesta y vómito de los borrachos.

Se escabulló y estaba casi lista para prepararse un poco de café cuando lo vio:

Eric estaba de pie frente a la despensa, con el gesto sombrío y las manos metidas en los bolsillos. Casi podía jurar que sus ojos destellaron cuando al verla, pero no hizo ni un solo movimiento.

Skyler se abrazó, pasó a su lado y alcanzó un frasco de polvo de café.

—Vaya, no te cortes por mí —dijo Eric en un susurro—. Puedes tomarte el Civet del viejo.

 Skyler hizo una mueca solo de pensar en el café extracaro que se tomaba Tormen.

—Ese café solo lo bebe tu padre —replicó en voz baja—. Con lo que cuesta, mataría a quien se atreviera a tocarlo.

—¿Incluida a ti? —Eric levantó una ceja irónica.

—A mí no me gusta lo que no es mío…

—A excepción de mi padre —la interrumpió él con un siseo que le heló la sangre—. Según tengo entendido tampoco era tuyo cuando te trajo a esta casa.

Skyler suspiró mientras encendía la máquina de café.

—Tienes razón. No era mío, ahora tampoco lo es. Tormen Hellmand no debería ser de nadie… pero el destino es muy hijo de put@, así que… —Se encogió de hombros.

Por más que tratara de disimularlo, Eric la miraba con odio, eso podía distinguirlo perfectamente, y era una pena que no pudiera sacarlo de su error, después de todo aquella boda había sido una ofensa al luto por su madre.

—Así que pasaste por encima de quien tuvieras que pasar para convertirte en la señora de esta casa —le gruñó él con acento controlado.

—Tú mejor que nadie deberías saber que eso no es precisamente un premio —le contestó Skyler y vio que se acercaba a ella, despacio.

Se echo atrás instintivamente y su trasero tropezó con el borde de la mesa, tanteó sobre ella para salir pero ya lo tenía prácticamente encima.

—Hablas como si odiaras a mi padre… —reflexionó él.

—¿Me creerías si te dijera que lo amo?

Lo escuchó lanzar una carcajada y sintió su mano subir hacia su rostro.

—Eres muy hermosa. —Eric acarició su barbilla con el pulgar y luego lo movió hacia sus labios… y ella ya estaba temblando otra vez—. Entiendo por qué el viejo se casó contigo. Yo tampoco querría que te me escaparas.

Un escalofrío los recorrió cuando se tocaron. Pero ella se dio cuenta de que no había una sola pizca de bondad en los ojos del hombre que tenía en frente.

Karen le había dicho que él llegaría. Le había dicho que era un buen hombre. Debió haber estado cegada por su amor de madre, porque aquel hombre no se diferenciaba en nada de su padre, solo en que probablemente fuera más sutil a la hora de lastimar.

—Tengo que irme… —logró articular apenas y dio un paso atrás.

—¿Vas a ir a fingir que despiertas con tu esposo? —preguntó él.

Skyler le sonrió, comprendiendo que ya Eric había hecho un modelo de villana y la había encajado en él.

—¿Tú qué crees? —le contestó, tomando la taza de café humeante y saliendo de la cocina.

No sabía qué se había quedado haciendo, pero tal como él creía, Skyler se dirigió a la habitación de Tormen y se sentó en el alfeizar de la ventana hasta que amaneció.

La luz que entraba terminó por incomodar y despertar a Tormen. Skyler lo vio abrir los ojos, desorientado y con una resaca que le achacó a la cantidad de alcohol que había tomado.

El hombre se dio cuenta de que estaba desnudo y esbozó una sonrisa que a ella le pareció repulsiva.

—¿Por qué tan lejos de mí, esposita? —dijo y a Skyler se le revolvió el estómago.

—Ya lograste lo que querías —le gruñó—. Lo menos que puedes hacer es dejarme en paz por un tiempo.

Tormen miró a su lado en la cama, vio la sangre y sonrió.

—¡Maldita sea…! ¡Y yo que no me acuerdo de nada! —rezongó mientras alcanzaba el calzoncillo sucio que estaba tirado en el suelo y se lo ponía—. ¿Y qué tal estuvo, nena? ¿Lo disfrutaste?

Skyler lo miró con desprecio, porque había sentimientos en la vida que no se podían disimular.

—Fue exactamente como creí que sería —respondió y él sonrió de nuevo—. Ahora quiero que me des su nombre.

—No, no, no… —Tormen movió el índice de un lado a otro mientras se acercaba a ella.

—¡Pero lo juraste! —exclamó Skyler bajando de la ventana—. ¡Tú y yo teníamos un trato! ¡Una boda… una noche de bodas por ese nombre! —la invadió una desesperación tan grande que le costaba controlarse.

—Pero yo no me acuerdo de mi noche de bodas, así que si no tengo una mañana de bodas no habrá nombre…

Sus manos la alcanzaron por la cintura y ella peleó para liberarse.

—¡Eres un mentiroso! ¡Eres una basura! —le gritó apartándolo de un manotazo—. ¡No me toques! ¡Dijiste que me dirías su nombre! Dímelo ahora mismo o me voy a largar de aquí an…

Ni siquiera pudo terminar, la mano de Tormen la alcanzó y apretó tanto su mandíbula que Skyler sintió cuando la piel se cortaba contra los dientes. El sabor de la sangre le llenó la boca, pero eso ya no la lastimaba.

—No hay mujer que le levante la voz a Tormen Hellmand —dijo y de un tirón le arrancó la bata, dejando solo el camisón que llevaba debajo.

Sus manos la recorrieron y sintió tantas ganas de vomitar que le dieron náuseas, pero no podía contra él. Era un hombre grande, y a pesar de su edad era pesado y fuerte. Lo pateó, pero no alcanzó a darle en ningún lugar sensible.

Estaba a punto de rasgarle el camisón cuando Skyler alcanzó la taza de café y lo golpeó con ella. El líquido estaba hirviendo y la porcelana le hizo un corte sobre el ojo que solo lo enfureció más. La mandó al suelo de una bofetada que la dejó aturdida. La sangre que antes estaba dentro de su boca ahora estaba afuera y podía ver las gotas caer sobre el suelo de baldosas.

Le tiró del cabello para levantar su cabeza y ella gritó.

—¡Suéltame! ¡Suéltame! —No podía hacer otra cosa que gritar, pero gritaba porque no iba a quedarse callada. Sintió el golpe en un costado y se encogió sobre mí misma. Era una reacción instintiva—. ¡Maldito infeliz de mierd@! ¡Te voy a matar! ¡Suéltame! —gritó cuando sus manos volvieron a su camisón.

Tormen la levantó por la tela del frente y esta vez sintió el puño. Su cabeza golpeó contra el suelo y sintió que las luces eran demasiado fuertes. Skyler no podía escuchar nada pero gritaba, no dejó de gritar aunque nadie iba a llegar. Nunca nadie llegaba. ¡Maldit0 animal! Todos le tenían miedo…

Sintió que le rompía el camisón por la espalda y se echaba sobre ella. Su aliento era asqueroso, su peso era insoportable y en el mismo momento en que su cabeza chocó de nuevo contra el suelo, un aire gélido volvió a correr sobre su espalda. Escuchó otras voces, otros gritos, otros golpes… un par de brazos que la levantaron y una oscuridad demasiado cálida.

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