Capítulo 3

―¡Oh, querida!, todo estará bien, tu mamá mejorará pronto y estarán juntas de nuevo, te buscaré un buen hogar para que te cuiden, verás que el tiempo pasa volando ―exclamó la señora enternecida por la hermosa niña.

Gema se acercó y la abrazó. La trabajadora social le dio unas palmaditas de consuelo en la espalda. La niña se separó y le dedicó una sonrisa tierna

―Gracias, señora Brown, es usted una persona muy buena y amable ―dijo Gema con adulación ―Queda un poco de jugo de naranja en el refrigerador y tengo sed, ¿puedo tomar un poco? Por favor. No sé si en el hogar al que voy habrá jugo del que me gusta.

La mirada triste de la niña le rompió el corazón.

―Sí, claro, querida, yo esperaré ―. Así le daría tiempo de calmarse un poco, sí, «podría perder un poco de tiempo», pensó la trabajadora social.

―Gracias, señora Brown, ¿desea que le sirva un poco? así no se perderá, a mi mamá y a mí no nos gusta desperdiciar la comida, hay tanta hambre en el mundo que es un pecado botarla.

―Eres una niña con una gran conciencia social. Está bien, tomaré un poco, déjame ayudarte.

―Siéntese, usted debe estar cansada con tanto trabajo, yo se lo traeré. Así lo hago con mi mamá cuando llega de trabajar.

 «Qué niña tan encantadora y bien educada» pensó la señora Brown mientras se sentaba en el sofá a mirar los mensajes en su móvil

Gema se dirigió con tranquilidad a la cocina, sacó dos vasos y distribuyó el jugo en ambos. Miró furtivamente a la sala para asegurarse que la señora Brown estaba entretenida, abrió la gaveta de las medicinas y sacó un laxante que su mamá usaba a veces para la señora Petrov, vació medio frasco y lo devolvió a la gaveta con la misma rapidez con la que lo tomó. Buscó una pajilla y lo revolvió, para hacerlo más atractivo agregó hielo y se lo llevó a la señora Brown, mientras sorbía el suyo lentamente, dándole tiempo a que esta se tomase todo el vaso.

―Gracias, querida, eres un encanto, tu mamá te ha educado muy bien ―La señora la halagó mientras sorbía su jugo hasta acabarlo.

―Solo somos nosotras dos y la señora Petrov, mi mamá trabaja mucho, no quiero darle más problemas ―indicó poniendo cara de inocente.

Una vez acabado el jugo, Gema llevó los vasos a la cocina y los lavó para borrar la evidencia, escondió las pajillas y se apresuró a tomar sus cosas para marcharse, la medicina debía hacer efecto en el hospital no antes.

Salieron de la casa con todo el equipaje, Gema cerró bien la puerta y colocó de nuevo la llave en su cuello. La señora Brown tenía un pequeño Volvo, cargaron todo y partieron rumbo al hospital para ver a su madre.

En el camino Gema empezó a preocuparse por las cosas prácticas como: ¿Qué pasaría con la escuela?, ¿y con el apartamento?, ¿si su mamá no trabajaba alcanzaría el dinero de emergencias y lo que ella tenía para pagar las facturas?, ¿quién cuidaría a la señora Petrov y a Sasha? todas esas inquietudes reforzaron la necesidad de ejecutar el plan que ya había puesto en marcha.

Al llegar al hospital se bajaron del vehículo, la señora Brown tomó la maleta de la mamá de Gema, la niña cargó con su mochila.

―Querida, ¿por qué no dejas la mochila aquí?

―¡Oh, señora Brown!, aquí tengo mis tesoros, no me gusta perderlos de vista.

―Está bien, como gustes ―aceptó la trabajadora social pensando que era la típica nena de once años que no quería desprenderse de sus cosas, así que se encogió de hombros mentalmente y la dejó hacer su voluntad, «ya bastante angustia debía manejar la niña con esta situación» pensó compasiva.

Entraron al hospital, preguntaron por la habitación de la señora Smirnov y se dirigieron a ella, al llegar tuvieron que esperar un poco porque en ese momento la estaban preparando para operarla de la cadera. Gema estaba nerviosa, solo pudo ver a su mamá por poco tiempo, se veía que estaba adolorida, un yeso cubría su brazo, esta vez las lágrimas que acudieron a sus ojos eran verdaderas.

―¡Mami! ―exclamó llorando desconsoladamente en su hombro bueno.

―Hola, bebé, no llores, todo saldrá bien, pronto mejoraré y estaremos juntas, se una niña buena y pórtate bien ―expresó Ivanna tratando de consolarla a su pequeña.

Sus ojos estaban llenos de miedo, sabía que debía enviar a la trabajadora social a buscar a Gael, pero tantos años y tantas decepciones la volvieron cautelosa, y si él rechazaba a su hija ¿Cómo afectaría eso a Gema?

―Está bien, mami, seré una buena chica, pero no me dejes.

―Nunca, bebé. Te amo.

Trató de volverse buscando a la trabajadora social para darle los datos del padre de Gema, fue una tonta cuando más temprano esta le preguntó por el padre y ella le dijo que Gema no tenía padre. Ahora se arrepentía de haberlo dicho, fue su orgullo hablando.

Su hija era más importante que sus tontos sentimientos. La inyección que le había colocado para empezarla a dormir estaba haciendo efecto y casi no podía tener los ojos abiertos, tuvo un momento de pánico cuando pensó que no despertaría de la operación y Gema se quedaría sola, sin embargo, no pudo abrir la boca se sentía pesada y casi dormida.

―Y yo a ti, mamá ―escuchó a su hija decir antes de que cayera rendida.

Cuando se llevaron a Ivanna al quirófano para operarla de la cadera, la señora Brown estaba hablando con la enfermera Smith, le estaba entregando la maleta de Ivanna y dejando sus datos para que le informara del resultado de la operación

―Señora Brown, ¿podemos esperar que mi mamá salga de la operación antes de llevarme al hogar de acogida? ―preguntó Gema.

―Señorita Smith, ¿cuánto tardará la operación? ―Pregunto la señora.

―Unas cuatro horas, pero si lo desea puede dejar a la niña aquí hasta que termine la operación, entre nosotras la cuidaremos.

La esperanza asomó a los ojos de Gema.

―No, tengo cosas que hacer y me es imposible regresar, además debería atravesar de nuevo la ciudad en horas picos para venir a recogerla. No, es imposible

La enfermera pensó que era muy desconsiderada al no dejar a la niña quedarse a esperar por el resultado de la operación de su mamá, con lo angustiada que se veía, pero no podía hacer nada más, lo había intentado.

Gema soltó un gemido.

―Querida, pídele a tus padres de acogida que te traigan ―dijo la señora Brown

De pronto palideció y se llevó una mano al estómago.

―Está bien, señora Brown ―aceptó Gema en apariencia resignada, cuando en realidad estaba pendiente del evidente malestar de la trabajadora social.

―Debo ir al baño, espérame en esa salita ―ordenó la mujer señalando una sala de espera.

―Seguro ―respondió la niña a la espalda de la señora que corría hasta el baño más cercano.

Cuarenta minutos después, cuando la señora Brown pudo salir del baño para buscar a Gema, se encontró una nota de la chica que decía:

 Me fui a casa, por favor, deje la maleta con mi madre

                                                           Gema

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