Capítulo 2 !Sorpresa!

El auto de Horacio llegaba a casa, solo la pequeña luz del jardín iluminaba, generalmente cenaban fuera de casa por lo que asumió que estarían alistándose, o mejor aún, recién llegando de la peluquería, el auto de Aida se encontraba estacionado, pero el de sus hijos, no, ni ningún otro coche, no pensó en nada fuera de lugar. Avanzaba por el corredor, luces apagadas, eso significaría que tendría que esperarles para ver qué lugar seria el elegido para la cena, mientras subiría a su habitación, se cambiaría pronto dando tiempo a que llegaran todos.

Estaba a punto de subir por las escaleras, cuando las luces se encendieron quedando sorprendido.

- ¡Sorpresa! -. Todos al tiempo estallaron en aplausos y silbatos, Horacio no daba crédito a cada detalle, la casa había sido totalmente decorada, la amplia mesa con galletas, budines, chocolates, y el pastel, realmente hermoso, le habían hecho su cara con una gran gorra de su equipo preferido.

-Cariño…espero que cumplas muchos más- Aida, sonreía feliz.

- Hijo te amamos, esperamos que sean muchos años en unión de tu hermosa familia-. Horacio miró el paquete que su madre le entregaba, sus hijos vinieron corriendo de prisa – Eres el mejor papá del mundo, y por eso te amamos-.

-Gracias por todo el cariño, la verdad no lo esperaba, sí que fue una gran sorpresa, la artífice de todo, mi querida y amada esposa-.

-Soy la artífice predilecta-. Aida guiñaba sus ojos.

-Por cierto, cariño estás hermosa esta noche, tu cabello luce maravilloso-.

Mark entró en la charla –Gracias, es una obra de arte capilar-.

-Sin duda alguna, Mark; querido amigo que felicidad verte, vaya, que grande esta tu hija, es hermosa como tu esposa-.

-Gracias Horacio-. En ese momento la música ambientaba el lugar, les encantaba el pagode, la música y lirica brasileña, habían estado en Rio De Janeiro tan solo unos meses atrás, se habían tornado adictos a varios ritmos. En ese instante colocaron la canción de Raza Negra, la melodía inundó todo el salón, algunos bailaban abrazados É Tarde Demais.

-Bien, aquí tengo este regalo para el agasajado-.

-Oh, que sorpresa, me intriga-. Horacio tomaba de manos de Leila el estuche azul con pintas doradas, quitando el papel, sacaba del estuche, un hermoso reloj deportivo.

-Pero que hermosura-. Exclamaban todos.

-Es con mucho cariño, la verdad que me siento feliz y afortunada de que ustedes me traten como de la familia, son mi familia-.

-Sabes que te queremos Tía Leila, eres la favorita-.

-Uy, chicos que lindos, me van a hacer llorar-. Leila soplaba con fuerza para no dejar correr las lágrimas.

-Ahora tomaremos algunas fotografías-. La cámara era magia en las manos de Aida. En ese momento Horacio fue rodeado de todos, ella lanzaba varios flashes, captando los momentos de cada uno, sus fotografías podían decirse que eran cuadros vivos.

Todos avanzaron para la foto con el pastel, y algunas fotos más, luego las bebidas llegaron, vino, cocteles, algunos tragos para los ejecutivos de la compañía, todos hablaban y reían con verdadero desparpajo.

Llegó el momento de cantar el cumpleaños feliz, al finalizar las velas fueron todas apagadas, ahora el cuchillo hacia los honores en cortar la primera tajada para Horacio, pronto se dio aviso pasar al gran jardín interior, allí servirían la cena, una delicia el banquete que se había organizado.

Los padres de Horacio degustaban la ensalada de pollo y curry, el chef se había lucido sin duda alguna.

- ¿Aida, quien es el chef? 

-Es Oscar, nuestro vecino, tiene un restaurant, ha estado en varios concursos, la verdad que es todo un maestro de la cocina-.

-Oscar en sus inicios trabajó con grandes chefs de renombre, pero abrió su cadena de restaurantes, son cálidos, acogedores, y su cocina es exquisita- Horacio concluyo mientras llevaba un bocado a su boca.

-Tendremos que aprovechar nuestro tiempo para visitarlos-.

-Madre mañana podemos ir a cenar, tengo libre-.

-Hija, no te preocupes, puede ser otro día, total nos quedaremos una semana más de lo previsto, no en vano hicimos varios kilómetros-.

-En ese caso, se quedarán en casa-. Argumentaba Keyla.

-Oh, no cariño, tu padre reservó en el Palace-.

- ¿Mamá, es en serio, que disparates son esos? Aquí hay dos recamaras de huéspedes con todo-. Horacio se quedó mirándoles, todos en la mesa se quedaron por unos segundos en silencio.

-Es nuestra aventura hijo, quisimos alojarnos en el Palace, tenemos una cortesía de Garrett, nos obsequiaron por cinco noches, dos adicionales, será revitalizador, sauna, sala de ejercicios, salón de baile, piscina, masajes, dos restaurantes, en fin, nos conquistaron con todo lo que nos ofrecieron-. George admitió que habían ahorrado para regalarse ellos también una luna de miel.

-Que admirable llegar a los años de casados que ustedes llevan- Leila admitió que era algo muy hermoso.

-Sí, es cuestión de que todos los días te empeñes en ser feliz-.

- ¿Y cuando vienen los malos tiempos qué? -. Keyla les miraba

-Cariño, tomarás su mano y los enfrentarás, porque siempre te empeñaras en ser feliz-. George abrazaba a su querida esposa Kat, como le decía por cariño.

-Estamos muy románticos esta noche-. Aida se colocaba en pie, y dio unos toques en la copa de cristal muy suaves, todos quedaron en silencio.

-Gracias a todos por estar aquí celebrando el cumpleaños de Horacio, cariño eres el mejor hombre del mundo, los años a tu lado han sido maravillosos, espero que lleguemos al final juntos de la mano, para alcanzar sueños, anhelos y ver el futuro maravilloso de nuestros hijos-.

-Horacio, feliz cumpleaños, quiero que disfrutes de todo lo maravilloso, me alegra tener un hermano como tú-. La voz de Keila se entrecortaba.

-Vamos Keila, la idea es no llorar, puedes humedecer el pastel y se ve exquisito-.

Todos soltaron una sonora risa, la emotividad inundaba a Katia.

-Hijo, estoy feliz porque tenemos el placer de compartir contigo, así que, en este día, queremos decirte feliz cumpleaños-. Horacio abrazó a su madre, quien le entregaba una caja de color verde, allí estaba su regalo, un hermoso suéter hecho por ella.

-Madre es hermoso, ya tengo la colección completa, el sexto con este, me encanta-

Aplaudieron al unísono, en ese momento Leila iba a colocar unas velas en el pastel, Horacio le detuvo.

-No soy de soplar velitas, no serán necesarias-.

-Horacio, pero es parte del festejo-.

-Querida jamás le ha gustado colocar velas en su pastel-. Todos se acercaban para cantar, ¡Apaguen la luz! -.

-Bien esa canción me encanta-. Leila guardaba la caja de velas, en otra oportunidad adornarían otro hermoso pastel.

Todos cantaron y luego estallaron los aplausos, Horacio tomando el cuchillo que le daba Aida partía el primer trozo de pastel, todos fueron ocupando su lugar en la gran mesa, los platos y bebidas llegaron, algunos bocados, rollos de jamón, una ensalada fría, pollo en pequeños trozos con salsa, salchichas con queso fundido, ensalada de frutas, y por supuesto filetes de carne en salsa de vino rojo.

Los músicos estaban listos para tocar algunos temas solicitados por Aida, eran unos portugueses que tenían un buen repertorio, entre ellas algunos temas de la banda brasileña Raza Negra.

Las horas pasaron mientras todos disfrutaban de la velada, la música, la cena, la charla que acompañada de unos vinos se extendía, poco a poco se fueron despidiendo hasta quedar solo la familia. Leila se despedía, aunque no madrugaría, tenía un almuerzo, y por la tarde unas compras para la oficina. Sería un fin de semana único, iría a acampar con un amigo y su familia, Keila también se despedía pues su Michael estaba allí, se tomaron muy románticos de la mano para avanzar hacia el auto, le abrió la puerta del coche y agitando su mano les dijo adiós.

Kat y George se tomaron unas fotos más.

-Perfecto, ya la programé así quedaremos todos-. Aida tomaba su lugar al lado de Horacio, inmediatamente el coro se escuchaba, tres, dos, uno, chin-chin-.

Sería una hermosa foto para el gran álbum que año tras año atesoraba piezas de arte como las llamaba Aida.

-Con esto de los teléfonos móviles, ya no se atesoran, pero sigo conservando la tradición-.

-Me parece bien cariño, hay ciertas tradiciones que son hermosas conservar, y esta es una de ellas-. Kat sonrió acariciando la mejilla de Aida.                                   George se despedía de sus nietos al tiempo que tomaba los abrigos del perchero, y daban las buenas noches.

-Mañana nos veremos a la hora del almuerzo, en el hotel hay un restaurante magnifico, les encantará-.

-Hubiese preferido que se hospedaran con nosotros

-Estaremos bien, la verdad es que hace mucho tiempo atrás habíamos programado darnos este pequeño regalo -. Kat miró a George.

-La próxima vez nos quedaremos aquí, también es acogedor, cinco estrellas y lo mejor de todo, te sirven desayuno doble-. Horacio abrazó a su padre con cariño, su sentido del humor siempre magnifico.

Encendiendo el auto se marcharon rumbo al hotel, les esperaba una tina con burbujas. Mañana les aguardaría un nuevo día con muchas diversiones.

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