Capitulo 2.

Había pasado unas cuantas horas desde que Gregory se había ido de viaje, dejando a Elizabeth con un mal presentimiento, pero decidió dejarlo en el olvido asegurándose a sí misma que solo eran sus nervios haciéndole una mala jugada; ya que sabía que su gran líder sabría cuidarse en un país tan peligroso y volvería pronto con su amada familia. Bajo a desayunar con Gabriela como cada mañana, su rutina diaria.

— Mamá quédate a ver tele conmigo, ¡por favor! — Pidió la pequeña como si se tratara de un ruego a Elizabeth.

— Amor no puedo, que tal si más tarde hacemos una pijamada con la tía Melissa— propuso ella tratando de convencer a Gabriela para que cambie de opinión. 

— No, mamá siempre me dices lo mismo, quiero a mi papito — Grito Gabriela con los ojos aguados a punto de llorar. 

Elizabeth no aguantó verla tan triste y pensó que mejor pospondrá el trabajo para después así que le dijo — Está bien, subiré a cambiarme y luego veremos la tele.

Minutos después se encontraba acostada en el sofá peinando a su pequeña Gabriela; cuando vieron una noticia que las impactó ocasionando que ella soltará a su hija mientras de sus ojos salía una lágrima, no podía creer lo que estaba viendo. Su felicidad no puede dañarse de un momento a otro, ella pensó que eso debía de ser mentira. En las noticias salió que había ocurrido un accidente en la avioneta privada en la que iba su marido, había caído al mar y no había rastro de ninguno de los cuerpos sentía como su alma se iba destruyendo lentamente sin creer lo que sucedía.

— ¿Mamá por qué estás llorando? — preguntó con inocencia la pequeña Gabriela, sin tener una idea de la gravedad de la circunstancia.

— Mamá recordó algo muy doloroso, ve a jugar ¿Sí? — Respondió intentando no alertar a su hija, sabía que se pondría muy mal si supiera que su padre se encontraba en peligro.

Vio cómo su hija se iba lentamente, mientras se acercaba el ama de casa colocando su mano sobre su boca para no gritar. Entendía perfectamente el dolor de Elizabeth y porque se había ido la pequeña risueños. Decidió salir en búsqueda de Dante, para poder hacer algo no iba a descansar hasta saber si había salido libre o no de aquel accidente.

— ¿No sabes quién eres? Eso sí es peligroso — Manifestó Corina hacia Gregory, solo sabía que tenía una muy buena pinta para ser cualquier persona — Igual no importa, te cuidaré y estarás conmigo hasta que lo sepamos.

— ¿De qué hablas? ¿Qué tal me hagas algo? ¡Tengo pérdida de memoria, pero no soy estúpido! — Exclamó Gregory con rabia, odiaba no recordar ni cuál era su nombre ni de dónde venía.

— ¿Sí? Entonces quédate solo — Contestó con ofensa, colocándose de pie hacia la puerta para abrirla y que se largara. Gregory se colocó de pie, quedando frente a Corina mirándola a sus ojos color miel, quienes le daban seguridad y protección.

— Perdóname, tienes razón ¿Puedo quedarme? — Dijo con pena agachando la mirada, Corina solo suspiro y lo invitó a sentarse de nuevo —, Debes entender que es duro no saber ni cómo me llamo.

— Por ahora te diré… Gerónimo, mientras sabemos quién eres ¿Estás de acuerdo? — Propuso Corina con una bella sonrisa, ocasionando que Gregory asintiera y la viera más detallada dándose cuenta de su espléndida sonrisa acompañada de sus ojos color miel, su piel morena y contextura delgada, pero con un cabello hermoso hasta la cintura, liso y con un bello color negro. 

 — Está bien, Corina — Comentó finalmente, viendo cómo la bella dama se iba a la cocina por dos cafés calientes para ambos. Gregory miró hacia la ventana viendo los pequeños desastres que había todavía sobre la arena, debían buscar la forma de limpiarlo a pesar de que podría ser la única forma de saber de dónde provenía, pero se colocó a pensar <<¿Qué tal mi antigua vida fuera amarga?>> Le daba miedo llegar a pensar ni siquiera que su antigua vida fuera un desastre al punto que él mismo hubiera querido ocasionar este accidente. 

Elizabeth por su lado había llegado dónde Dante rogando que le ayudará a buscar todo rastro de la avioneta de su marido; quien la consoló entendiendo perfectamente la situación además su desaparición le hacía daños y perjudicada a todos especialmente a la mafia; porque como seguirán sin su líder ocasionando que el segundo al mando pasará a hacerlo o que su propia esposa tomara su lugar, no sabían cómo Elizabeth iba a tomar esa noticia.

Había pasado aproximadamente dos semanas, donde tuvieron una búsqueda incontrolable del cuerpo de Gregory, del piloto y quién más los acompañará, pero no había rastro de nada, ni siquiera de la avioneta ocasionando que todos pensaran que se había hundido en el mar, no dejando rastro de los cuerpos y perdieran toda esperanza de al menos hacer un entierro digno. Dante con ayuda de Melissa prepararon todo para un entierro simbólico hacía su amigo y líder; al final de cuentas con o sin cuerpo debían despedirse de él, tuvieron que darle la noticia a la pequeña Gabriela quien lloró desconsoladamente por unas horas en los brazos del ama de casa; debido a que Elizabeth se había encerrado en su dolor olvidándose hasta de su propia hija.

El entierro tuvo lugar en un hermoso lugar donde colocaron un cuadro con una bella foto de Gregory recordando su carisma, su bondad, pero especialmente el gran líder que fue de la mafia. Todos lo rodeaban mientras el padre hablaba, Elizabeth tenía colocada unas gafas negras para ocultar las horas de llanto y sus ojos rojos del cansancio al no ser capaz de asimilar que se había ido su esposo, definitivamente de su vida.

— ¿Algunas palabras? Es casi el momento de finalizar, Dios me los bendiga — Manifestó el padre mirando hacia todos lados. Sin embargo, nadie quería hablar, ni siquiera su propia esposa.

— Él no está muerto, al menos hasta que encuentre su cuerpo — Sentenció Elizabeth con su voz quebrantada sintiendo la lástima de todos los presentes; saliendo del entierro para correr unos metros y caer al suelo, arrodillada, derrotada mientras lloraba desconsoladamente al mismo tiempo que gritó — ¿Amor mío, ¿dónde estás? ¡Vuelve! 

Pasaron aproximadamente dos semanas más, dónde Elizabeth no salía de su cama debido al gran dolor. Gabriela había pasado al cuidado total del ama de casas, quien no dejaba que cayera en depresión al mismo momento. Adriano el primo de Gregory se había enterado de la noticia, no solo de eso sí no también de la situación de su esposa e hija y como había quedado en inestabilidad el respaldo hacia la mafia italiana ocasionando que tomara decisiones radicales como viajar a Miami en busca de Elizabeth.

Cuando llegó timbro a la casa, siendo recibido por el ama de casas saludando a la pequeña Gabriela con un fugaz abrazo, después subió las escaleras camino a la habitación de la esposa de su primo; abriendo lentamente viéndola en pijama, despojada, despeinada en la cama durmiendo tranquilamente. Se colocó en frente de ella, cogió un vaso de agua que había en la mesa de noche y lo inclinó cayendo el agua sobre la cara de Elizabeth haciéndola reaccionar para dar un madrazo cuando vio de quien se trataba, respiro y se tranquilizó.

— ¿Qué es esta forma de levantarme? ¿Sabes de modales? — preguntó Elizabeth con fastidio, estaba intentando dormir después de una larga noche de insomnio.

— Tal vez fatal, ¿dónde está la esposa de mi primo? Porque realmente no la veo — Dijo encogiendo sus hombros, mientras abría las cortinas dejando entrar el sol para ganarse un regaño de Elizabeth —, No me interesa, no puedes desperdiciar tu vida solo porque falleció.

— ¿Solo porque falleció? ¿Te parece tan simple? ¡Era mi esposo! ¡El padre de mi hija! ¿Lo entiendes o te lo dibujo? — Manifestó enfurecida, tapándose la cara con sus manos debido a que hace varios días no sentía el brillo de la luz.

— Si, y tú eres Elizabeth la futura encargada de la mafia italiana así que párate porque nos vamos de viaje con Gabriela — Ordenó moviendo las cobijas de la cama, abriéndole la puerta del baño.

— ¿De qué estás hablando? — Pregunto sin entender, mientras terminaba de amarrar su bata —, No iré a ningún lado.

— Te espero en diez minutos abajo, ¿estamos? — Resoplo saliendo de la habitación mientras rodaba sus ojos, dejando a la pobre Elizabeth plasmada por su actitud donde resoplando entro al baño para darse una ducha refrescante después de tanto tiempo, seguía sintiendo como si le hubieran causado mil heridas en su cuerpo que no sanaban debido al dolor de la ausencia de su marido, después de tanto tiempo esperaba ser feliz, pero tristemente no iba a ser así. 

Elizabeth salió hacia su cuarto, cerrando con llave para colocarse una ropa interior roja de encaje recordando a Gregory, sabía que era su favorita. Después se colocó una blusa blanca acompañada de una falda pegada hasta la rodilla con unos tacones de punta fina. Se recogió su cabello y miro su cara en el espejo, se encontraba totalmente irreconocible así que suspiro para colocarse un poco de rubor, acompañado de pestañas y delineador, un labial suave y bajó las escaleras para ver como Adriano jugaba con Gabriela en la sala, volteando a verla con una sonrisa triunfante.

— Esa es la Elizabeth que conozco — Dijo, pero ella sentía que estaba fingiendo ante todos mientras su alma estaba totalmente destruida —, Gabriela nos iremos para Italia.

— ¿Es verdad, mami? — Pregunto inocente donde Elizabeth asintió con la cabeza, colocándose al frente de ellos

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