Capítulo 2

El capitán Ben Lockhart había accedido a hacerse pasar por Nicholas,el hijo del rey Michael, y Shane lo había secuestrado. La hermana de Shane, Meagan, era la responsable de la seguridad de Ben y del infructuoso intento de arresto de su hermano... infructuoso porque el primo de Isabel, Luke, había disparado y matado a Shane. 

-La clave de quién tiene a mi padre y de dónde lo esconden está en ese pedazo de papel. Lo presiento... es la única pista fiable que tenemos -dijo ella-. Adam, Meagan ya nos fijo que creía que mi padre había tenido un ataque al corazón... por lo que sabemos, podría estar muriéndose... solo... en un sitio horrible. 

Por cómo le birllaban los ojos, Adam se dio cuenta de que estaba al borde del llanto. No quería verla llorar. Solo la había visto llorar una vez y entonces estuvo a punto de cruzar la línea del territorio prohibido. Suspiró con resignación. 

-¿Así que estás decidida a hacerlo? 

Ella asintió, respiró hondo y recuperó el control de sus sentimientos. 

-Desde que Meagan me dio esa lista, Ben ha estado comprobando los antecedentes de cada nombre. Esta tarde, a más tardar, tiene que darme las fotos y toda la información que tenga de cada uno de ellos. 

Adam no era capaz de permanecer sentado y se puso en pie. 

-No puedo creer que tu primo vaya a formar parte de esto. 

-Ben es un hombre distinto desde que se hizo pasar por mi hermano y lo secuestraron. Siente lo mismo que yo... que si mi padre sigue vivo, el tiempo pasa y hay que hacer algo. Además, sabe que yo vy a hacer esto con o sin su ayuda -levantó la cara y lo miró. 

-No puedo permitir que lo hagas -intentó que cambiara de opinión una vez más-. Es demasiado peligroso. Dame toda la información y asignaré a alguien para que haga el trabajo. Conozco una docena de hombres y mujeres que harían cualquier cosa para ayudar a encontrar el Rey. 

-No. Quiero hacerlo yo. Adam... necesito hacerlo yo -dijo con un suave tono de súplica-. Ya he hecho gestiones para alquilar una habitación encima de la King´s Men Tavern. Meagan me dijo que su hermano y la mayoría de los hombres que aparecen en esta lista pasan mucho tiempo allí. 

La King´s Men Tavern estaba cerca del palacio, pero pocos de los hombres de confianza del Rey habían estado allí. El lugar tenía fama de problemático y muchas veces tenía que ir la policia para resolver peleas o detener a algún borracho. A Adam no le gustaba nada. 

Pero solo con mirarla sabía que serviría de nada decirle que no lo hiciera. Tenía el rostro tenso y la barbilla alzada en un gesto de desafío. 

-¿Y cuál es tu plan alternativo? Una de las cosas que te he enseñado es que no te metas en una situación peligrosa sin un plan alternativo. 

-Tú eres mi plan alternativo -dijo ella. 

Él la miró sorprendido. Isabel se acercó a él y Adam volvió a sentir el aroma que lo había pensar el cálidad noches de verano y en pieles suaves y resbaladizas. Luchó contra el impulso de retroceder, no quería que ella notase ninguna debilidad por su parte. 

-¿Y qué papel voy a jugar en tu plan? -preguntó. 

-Voy a hacerme pasar por Bella Wilcox, la prima de Shane Moore -metió la mano en el bolsillo y sacó algo, después agarró la mano de Adam-. Tú serás Adam Wilcox -colocó un anillo de oro en su dedo anular-, mi fiel esposo. 

Isabel se sentó y suspiró cuando Adam salió del despacho. Inmediatamente, llamó a su secretaria. 

-Laura, por favor, no me pases llamadas y cancela mi agenda para esta tarde y para las próximas dos semanas. 

Notó que su secretaria se sorprendía, pero la mujer era muy profesional y no le haría preguntas. Demasiado nerviosa como para permanecer sentada, Isabel se puso en pie y caminó de un lado a otro del despacho. 

Si le hubieran dado a elegir, habría eligido a otra persona para que actuara como su marido. Adam y ella habían discrepado muchas veces acerca de la política y los procedimientos militares, pero no era eso lo que le molestaba de él. 

Lo que le molestaba eran sus ojos grises como el acero y sus largas pestañas oscuras. Lo que le molestaba eran sus anchas espaldas, su vientre plano y sus esbeltas caderas. Lo que le molestaba era que cuando él la miraba, le hacía olvidarse del boato de su título y de la profesionalidad de su formación, y se convertía en una persona con los deseos y necesidades propias de una mujer. 

A veces, cuando Adam la miraba, sentía que se le debilitaban las rodillas, que se le formaba un nudo en el estómago y que una ola de calor recorría su cuerpo. Sabía que sería prudente elegir a otra persona para que realizara esa misión secreta. 

Pero para esa misión en concreto necesitaba al mejor, y Adam era el mejor. Bien entrenado, Adam Sinclair también era el único hombre del mundo a quien ella confiaría esa importante misión. Adam Sinclair también era el único hombre que la había visto llorar. 

Frunció el ceño y trató de olvidar que hubo un tiempo en el que ella creyó estar enamorada de él, y que hubo un momento en que ella se arrojó a sus brazos y él mantuvo la compostura como un profesional. No podía pensar en eso. 

Eso ocurrió en el pasado... en su juventud. Tenía que centrarse en el trabajo. Sabía que su plan era peligroso, que la gente que había secuestrado a su padre era peligrosa, pero haría cualquier cosa para encontrarlo y poner fin al caos que reinaba en el país que tanto amaba.

Esa noche diría que iba a recluirse, que el estrés de los últimos tres meses había podido con ella. Al día siguiente comenzaría su papel como Bella Wilcox, prima de Shane Moore y esposa de Adam. Se estremeció. No estaba segura de qué le provocaba más ansiedad, si tratar con hombres y mujeres peligrosos o fingir un matrimonio con Adam Sinclair. 

El interior de la King´s Men Tavern era mucho peor de lo que Adam se había imaginado. En el momento en que entró, el olor a humo le provocó picor de garganta y de ojos. El ambiente era denso. Además, podía oirse el ruido de las bolas de billar chocando entre sí junto al ruido de los vasos y los gritos roncos de los ganadores que estaban en la parte de atrás del establecimiento. 

Adam vio un taburete vacío junto a la barra y se dirigió hacia allí, consciente de que todo el mundo lo seguía con la mirada. Aunque no intentó mantener contacto ocular con ninguno de los chicos duros que había en el local, tampoco lo evitpo. Sabía que en un lugar como aquel, cualquier signo de debilidad era una invitación al enfretamiento. 

No era que tuviera miedo de ninguna de las personas que había allí, pero tampoco estaba buscando problemas. Era importante que Isabel y él trataran de pasar desapercibidos. No quería que nadie se fijara mucho en ellos, ya que si los reconocían rorrerían peligro. 

Se sentó en el taburete y dejó la bolsa en el suelo. Después se dirigió al camarero. El hombre fortachón se acercó a él con cara de pocos amigos. Adam pidió una copa y se acarició la barbilla. No estaba acostumbrado a la barba incipiente que cubría su mentón. No se había efeitado desde el día anterior para prepararse para el papel que tenía que desempeñar. 

En lugar de su uniforme, llevaba unos vaqueros ceñidos y una camiseta negra. El camarero dejó la copa sobre la barra con brusquedad, Adam la agarró y giró el taburete para poder ver toda la sala. 

Isabel llegaría unos quince minutos más tarde. Adam había llegado temprano para poder ver el ambiente del local. Nunca había estado allí, pero había oído muchas historias acerca del sitio. No le gustaba. No le gustaba nada. Aquel sitio apestaba a violencia y embustes. Hubiera apostado por que la mitad de los hombres que había allí eran delicuentes, y las mujeres no tenían mucho mejor aspecto. Una mujer que había al otro lado de la habitación le llamó la atención. 

Era como un estallido de color en una habitación gris. Tenía el pelo color cobrizo y llevaba una blusa dorada y brillante que resaltaba sus pechos redondeados y dejaba al descubierto un vientre liso. Una falda negra apenas cubría sus otros atractivos y su bonito trasero. <<Si se agacha, no quedarán misterios por desvelar>>, pensó Adam. No podía dejar de mirar sus piernas esbeltas que desaparecían dentro de un par de zapatos rojos de tacón de aguja. 

<<Sin duda es una prostituta>>, pensó mientras la observaba conversar con un hombre que parecía medio borracho pero que todavía podía mirarla con lascivia. Adam no podía culpar a aquel hombre por mirarla así. A pesar de que no podía distinguir el rostro de aquella mujer en la penumbra del locar, si su cara hacía juego con su cuerpo, sin duda era un bombón. 

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