La guió hasta la puerta y vio la sorpresa en sus ojos... sorpresa y dolor, porque sabía que le iba a pedir que se fuera.
-Isabel -le dijo-, me has traído el regalo de la verdad, pero es un arma de doble filo y necesito un tiempo para asimilarlo todo.
-Sé que estás muy afectado, pero me gustaría consolarte -su mirada estaba llena de amor-. Adam, yo...
Él le tapó los labios con un dedo.
-No lo digas, Isabel -sabía que estaba a punto de decirle que lo amaba y que no podría soportar oír sus palabras. No en ese momento. Ni nunca-. Gracias, Isabel. Ahora vete a casa y te veré mañana en la coronación- ella se disponía a marcharse, pero él la detuvo un instante-. Isabel... a mí también me ha encantado ser tu esposo -dijo, y cerró la puerta.
Se apoyó en la puerta y sintió el escozor de las