Vivir para contarlo

Me detuve, fruncí las cejas y comencé a lagrimear, pensaba que había perdido lo que con mucho esfuerzo logré conseguir, aquel preciado trofeo que con brío había alcanzado. Bajé la cabeza, lagrimeé y pensé en mis hijos; Junior, Deniel y mi amada esposa Isabel. Los dejé solos, indefensos y expuesto a cualquiera.

***

Desde que se desató la pandemia mi familia y yo nos ocultamos en el sótano, ya que la cuarentena estaba en auge y guardamos todas las provisiones que pudimos adquirir, por otra parte los pobladores en un intento de supervivencias saqueaban los supermercados, distribuidoras y por último quedaban las casas, algunas habitadas, otras abandonadas, pero algunas de ellas poseían un peligro mortal, occisos.

Los malvivientes eran repelidos de mi morada al ver el cadáver de mi vecino Foler que estaba tendido en mi patio, era una manera bastante efectiva de alejar a los malos, los demás entendían que el cadáver podría ser un posible portador del virus y gracias a ello ni intentan acercarse a mi puerta.

Buscaba siempre provisiones, maderos para hacer fuego, materiales necesarios para cocinar y defenderse, pero trataba de no alejarme de casa, nunca lo hacía más de la cuenta, pero podía ver el exterior, era un lugar fantasmal, inhumano y la razón por la cual los hombres ya no confían en uno con los otros. Salía sin nada en las manos, ya que me entorpecería el paso, pero portaba en mi costado una navaja de caza que heredé de mi abuelo, era muy filosa, esa herramienta me salvó en varias ocasiones; con ella podía cortar cables, abrir entradas, para conseguir frutas o provistas y poder defenderme, si fuera necesario.

Mi familia no estaba acostumbrada a salir, ellos esperaban a que las cosas mejoren. Solo veían los rayos solares cuando atravesaban el piso de parqué que se extendía sobre el sótano. Ellos soñaban con un buen futuro, de un mejor porvenir, pero la realidad era otra. Las personas mataban a los demás por sustento, los ricos se preocupan por su salud y los rebeldes robaban suministros del caído gobierno que se encargaba de apañar a los ricos en su búsqueda de progreso.

La tasa de mortalidad era bastante elevada. La mitad de la población en el mundo ha sido eliminada, por el contagio masivo. Este virus fue creado como un arma, pero era un golpe de doble filo. La enfermedad supo mutar a los posibles antídotos y erradicar la vida. Los más asépticos y escrupulosos no fueron rivales para esta pandemia, ella era insaciable e invencible.

Más tarde, luego de que la enfermedad pudo transmitirse por vía aérea y terrestre el mundo sufría miles de muertes por día. Los anuncios en tv, radio y online no servían de nada, cada intento de contención era en vano, solo, los que guardaban cuarentena absoluta pudieron prolongar su vida.

Las formas de contagios eran por: fluidos, por contacto con objetos, personas y animales. También era capaz de mantenerse y viajar por el cielo, tanto que las personas creían que eran enviadas por antenas 5G instaladas, las cuales fueron derribadas por los alrededores. Los gobiernos pedían calma, pero las personas ya no se sentían seguras y organizaron una manifestación masiva para dar un golpe al gobiernos, pero unos cuantos contagiados se metieron en el grupo y no tardó más de 3 horas para todos los involucrados se convirtiesen en una bomba de tiempo, que luego fueron a irrumpir en el congreso, contagiando a guardias y políticos que guardaban asilo en su interior. Luego de varias horas de sufrimiento, dolores en los órganos blandos, sangrado interno, falta de ingesta de oxígeno y otros síntomas se apoderaron de todos los presentes.

Luego de eso se expandió por todo el país y el gobierno arrinconó y masacró a sus pobladores, posibles portadores pasivos, quienes en la actualidad se convirtieron en un arma bastante peligrosa. Esta enfermedad mutó y aún no puede ser curado, es bastante resistente.

***

El momento se formaba tenso. El uniformado gritaba colérico, escupía al mover la mandíbula, y yo abrazaba con fuerzas el oxígeno y caminaba hacia él. Mientras pensaba que iba a perder el insumo médico, avanzaba con los ojos cerrados, pero de pronto escuché un disparo que hizo parar mi corazón. Solté el balón de oxígeno y caí de rodillas, y el militar cayó junto a mí. Abrí los ojos hasta el tope, como cuando la boleta de luz viene multiplicada por 3 cuando ocurre un error administrativo. Se aproximó un hombre con antifaz y una pañoleta atada al rostro, cargaba un rifle.

— ¿Qué haces aquí, eres funcionario del hospital? Me llevaré el oxígeno.

— No, no te lo lleves, no soy funcionario. Entré a llevar el balón porque mi hijo lo necesita.

— Ven conmigo, estás en medio de una guerra.

Corrí con el extraño, y miraba el escenario, era un baño de sangre. La resistencia contra los militares peleaba por los insumos que el gobierno guarda dentro del hospital. Fuimos agachas para escondernos detrás de sus vehículos. Mientras disparaban el extraño me exigió que me ponga un tapabocas y me dio un arma para que mate a los del gobierno, y solo tal vez me entregue de nuevo el oxígeno.

Al mirar sobre el vehículo observé a los francotiradores, no me dieron respiro ya que al intentar sacar mi arma y apuntar caían proyectiles contra el rodado, me escondí detrás de las ruedas y esperé una oportunidad.

Mientras las ráfagas de disparos caían sobre nosotros pegaba los parpados y me mordía los labios esperando la oportunidad de disparar, sería la primera vez, pero si servía para volver a ver a mi familia lo haría sin titubear. Disparé a la torre izquierda del hospital sin vacilaciones, pero no le d a nadie. El extraño me estiró de vuelta tras la seguridad del vehículo.

— Sí vas a disparar tenés que cuidarte de los contragolpes, tenés que entrar antes de que pongan una bala en tu cráneo.

— Entiendo, me emocioné, perdón.

— Mi nombre es Willis por cierto, ¿y el tuyo?

— Me llamo Frank.

Luego de contarle mi nombre apunté y disparé al centinela, le di en la cabeza, como que me salía natural después de algunos disparos. Todo iba bien, tomábamos territorio, hasta llegar a una furgoneta que estaba llena de insumos y equipo de protección, era como una mina de oro.

Mientras abríamos el camión recibí de sorpresa un proyectil que me hizo estrellarme en el suelo, fue a la altura del hombro derecho. Llamó la atención de los demás quienes me cargaron y me sacaron de la vista de cualquier francotirador.

Los ojos me daban vuelta, el dolor era punzante, como si un cuchillo caliente fuera presionado sin descanso por mi piel. La cabeza me daba vueltas, solo quería salir de ahí.

—Tranquilo, te haré un torniquete, mi nombre es Brus. Llegarás bien a la base y te repondrás.

—Mi familia, debo ir junto a ellos.

—No hay tiempo cabrón, volveremos por ellos.

— Vamos, vamos, yo manejo la furgoneta. —Terció Willis, mientras que se sintió un retumbar colosal junto a nosotros y acompañada a él un pitido agobiante y ensordecedor, después de eso perdí el conocimiento.

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