No temeré

Caminé hasta llegar a un lugar más seguro para poder ver como pasar la ruta principal, y si no corro peligro inminente al hacerlo. Observé y estudié la situación, la tranquila y solitaria mañana ayuda para pensar. Dentro del cerco en donde estoy oculto se puede ver a mi diestra una gran plaza con camineros y un obelisco, y a mi izquierda la carretera y el hospital distrital.   

Luego de que hube mirado decidí pasar, caminé sigilosamente al final del cerco, pero justo antes de atravesarlo escuché el graznido de algunos pájaros que surcaban los cielos, que pasaban entre las grandes edificaciones. Miré hacia ellos y pude distinguir una silueta en el tercer piso de la infraestructura, era un Soldado.

Me detuve y rodé hacia atrás. Me quedé en el suelo como cuando un chicle se adhiere al piso. Retuve mi respiración y traté de tranquilizarme. Con miedo a que me haya visto levanté la cabeza discretamente y miré entre los espacios del cerco hacia el militar, quien tenía un rifle en su poder. El hombre vigilaba hacia mi ubicación. Eso me daba miedo, pero creí que no se dio cuenta de mi presencia, por eso no levantó el arma para disponerse a disparar.

Tratando de cruzar hacia el hospital, quedé cauteloso, meditando ¿Qué debo hacer? Pensaba mientras miraba el hospital y al centinela. No creía poder avanzar, pero el artefacto era primordial para el cuidado. Avancé hasta el fin del cercado y miré hacia la posición del francotirador. Cerré los ojos y me levanté así, la frente fruncida, la nuca encorvada y con los puños cerrados. Di un paso, luego el siguiente, pero como si un trueno cayera h**o una explosión, el eco recorrió por toda la calle. Quedé paralizado, turulato. Me toqué el cuerpo, para saber si aún estaba con vida, pero la bala no vino por mí, se dirigió a otra parte, era a un grupo de rebeldes, que andaban en grupo luchando contra las autoridades en busca de insumos, pero eso los convertía en mi competencia.

Se desató la guerra, ellos sobre una Toyota Hilux, eran como 6 personas, quienes arremetieron con fuego al vigila, quien cayó abatido.  

De la parte baja del edificio salieron como hormigas militares armados con metralletas y semiautomáticas, la balacera produjo un gran alboroto, situación que me favoreció. Avancé agachas y corrí al hospital, sabía que cuando terminase la balacera los participantes se dirigirían a vigilar el perímetro y evitar que se roben elementos que serán útiles para sus seres queridos, quienes son los únicos que pueden acceder a cuidados y atención en dichos establecimientos.

Caminé y hasta el portón, Buscaba una entrada mientras miraba y cuidaba mi espalda. Afortunadamente la encontré hacia el sureste, era sobre la entrada, ya que todo el perímetro estaba rodeado con púas, pero ese lugar carecía de ellas. Me armé de valor y trepé por la estructura. Subí aproximadamente como 3 metros, miré a diestra e izquierda y me arrojé al previo, lugar totalmente aislado del resto. Caminé con sigilo, con las rodillas casi pegadas al rostro, di una vuelta sobre el suelo y me metí entre los condensadores de los aires acondicionados que opacaban la visión en las afueras del hospital. 

Luego de haber ingresado al hospital por una ventana que daba al subsuelo caminé intranquilo, con temor, pero en alerta. No dejaría que nadie, NADIE impida que consiga algo que sería muy útil e importante para la salud de mis hijos.

 En seguida subí por la escalera de servicio, justo al llegar a la entrada y salida que desemboca a la planta baja cruzó frente mío un agente de salud. Ellos son de lo peor en esta época, solo atienden a los más acaudalados y utilizaban a los pobres para experimentar alguna vacuna que pueda salvar a los demás de esta pandemia, pero hasta el momento solamente se ha descubierto que era altamente contagiosa y dañina; y ha erradicado a la mitad de la raza humano y ha evocado en esta hecatombe anarquista, en donde el libertinaje y el poder ha salido ganador.

El hombre, quien vestía un traje completamente blanco que le cubría de la cabeza a los pies, era como un astronauta, este sujeto miró de reojo a mi dirección, se detuvo sorprendido, lo estiré del traje hacia mi integridad y le di un golpe cerca de la boca del estómago, comenzó a refunfuñar, pero no le di tiempo para que fuera escuchado. Con los puños juntos le conecté un golpe contundente en la cabeza, que mandó por uno de los escalones y se dio un golpe que lo dejó inconsciente. No perdí el tiempo y le quité el traje, el hombre se veía sano, aunque sea no está muerto por dentro pensé.  

Luego de que me coloqué el traje ingresé con cautela, siguiendo el molde de los que veía aparecer en el camino, cada vez aparecían más, pero gracias al traje no se veía mi rostro, situación que me favoreció por ese instante.

Cada paso que daba me acercaba al respirado y a ver a mis pequeños. Mis hermosos y felices hijos.

Minutos más tarde vi un hombre salir de una puerta roja con una mascarilla para oxígeno, pensé en que sería buena idea ingresar para revisar el lugar y si veo un balón lo extraigo con cautela, y sin mirar atrás. 

Empujé la puerta con sutileza, esta se balanceo suavemente, hizo un peculiar sonido a bisagras viejas y oxidadas y me mostró el grabe panorama en su interior. Las personas más adineradas en camas con sofisticado sistema de respaldo, ancianos, que con sus pocas energías respiraban con el oxígeno proveído de tanques que ostentaban a su lado; y lo más impactante para mis frágiles ojos de padre, niños luchando con sus vidas por sobrevivir. No podré darle esta ayuda a mis pequeños, quienes con sus rizos color sol iluminan mi vida y su sonrisa, parecidas a cantos ceremoniales de querubines bendicen mis oídos.

Mantuve la vista en un tanque que estaba apartado, estaba lejos de los demás. Caminé hacia él y como si no fuera incómodo caminar en el infierno escuché un voz que profería enojado que lo ayude. Quede pasmado, el sudor recorría mi cuerpo y también sentí otro fluido que no era dérmico. Me detuve por completo y con voz temblorosa dije:

— ¿Señor?

— Sí, usted, rápido, necesito un catéter de 22 y unos esparadrapos, pero ya.

         Cerré los ojos y me puse a temblar, en mi vida nunca tuve contacto con esos artículos de enfermería, pero deberé de inventar o ver la forma de conseguir.

— El suero también, para hoy hombre.

— Ya, ya señor. — dije despertando del sueño provocado por el miedo.

Miré la mesada y pude identificar el suero, solo faltaba los otros dos insumos. Miré para hacer una selección por descarte y vi: guantes, inyectables y algunas cintas. Apoyé la yema de mis manos por ella y el hombre vestido como astronauta gritó sí, tráigalo. Luego de agarrar la cinta faltaba el último eslabón, pero como arte de magia me fijé en el cajón que quedaba en la parte inferior derecha, la misma decía catéteres, texto escrito sobre la misma cinta que tenía en mano. Bajé hasta ellas y comencé a revisar, existían varias de ellas, los números se encontraban en la parte superior del artículo. Había de 24, 20, 18… estaban desordenados, era muy trabajoso hasta que al fin encontré el condenado número 22. 

 Caminé hasta el hombre, quien me miró con rabia y me quitó con fuerzas los insumos que le acercaba, y con voz gruñona dijo:

— ¿Esperabas a que muera nuestro paciente o qué te ocurría?

— No, no señor, no volverá a pasar, lo siento. — dije para excusarme del hombre y proseguir con lo mío.

Mientras avanzaba por los pasillos impregnaba la máscara de oxígeno del traje con el vapor que provenía de aliento. Los nervios me convertían en su esclavo, pero debía arriesgarme a todo.

Luego de haber llegado a una dependencia de enfermería  pude encontrar pilas de insumos hospitalarios, cajas de guantes, gasas, catéteres, sondas, etc. Luego de ver el lugar desde lejos me decidí a entrar, pero lo hice con los recaudos necesarios, mirando a mis costados y revisando si no había moro en la costa. Luego de que haya chequeado el lugar me inmiscuí dentro del departamento y comencé a buscar. Cajas y más cajas… todo lo necesario para la intervención de los más acaudalados, ellos causaron todo esto y ahora nosotros, los pobres debemos sufrir las consecuencias.

Segundo después de revisar los estante superiores me dirigí a un cuarto bastante pequeño, lo usaban como depósito y dentro de ella había una caja bastante alta, pero no era ancha. Dibujé una sonrisa en mi rostro parecida a la que expreso cuando estoy con mis hijos, la razón era que esa caja contenía lo que andaba buscando, era el balón de oxígeno que necesitaba.

Eufórico avancé para tomar mi preciado trofeo, caminé hacia él como un niño cuando su padre lo ofrece un dulce o un celular. Extendí mi Brazo izquierdo  para sujetarlo, pero de repente pasó algo que hizo paralizar mi corazón. Justo cuando intenté tomar el preciado cilindro escuché una voz poderosa, que me ordenó a que me detuviera y le mostrase mi identificación. Quedé pasmado, atónito, turulato. No sabía qué hacer y mi corazón latía a mil por hora. Cerré los ojos y medité, no podía ceder a sus palabras, debía deshacerme de él, este sujeto que se interpone en mi camino. 

Mientras el hombre me profería y realizaba ademanes yo, con mi vista buscaba algún artefacto, con la intención de golpearlo y el trauma le imposibilite agredirme y, o delatar mi posición.

 Me moví centímetros y me dijo:

— ¿Qué está haciendo? Le exigí que me diga quién es usted.

— ¿Yo?... yo soy un personal de blanco…estoy buscando algo.

— Identifíquese, sabe bien usted que el ingreso es restringido, solo personal autorizado, bajo mi tutela puede estar aquí. Necesito una explicación o le enviaremos a los campos de concentración en las afueras por su incompetencia. 

Me di vuelta cautelosamente hacia su integridad, con la cabeza gacha y con malas intenciones. El hombre me ordenó que me detuviera y levante el rostro, pero en vez de obedecerlo continué con mi empresa. Cuando estuve lo suficiente mente cerca el sujeto intentó elevar la voz, pero le impedí agarrándole del traje y mandándole a volar por los estantes y cerré la puerta. En mi cabeza oré y esperé a que nadie pudiera escuchar. Una vez que h**o estrellado por el estante permaneció en el suelo, tembloroso. Luego de algunos segundos comenzó a reponerse, pero sin darle respiro conecté una patada al visor de la máscara de protección y con un parlante de pc, el cual estaba en el escritorio le prendí un golpe al cráneo y se desplomó al suelo quejoso por el dolor. Solté el parlante y le di un golpe seco en el abdomen para dejarlo sin aire.

Luego de que el sujeto h**o sucumbido a mis golpes lo amarré con cintas, que se utilizaban para atar las cajas.

Fui directo a mi objetivo, pensaba en que nadie impediría a que lo llevase, pues bien ya había sobrepasado varios obstáculos hasta entonces. Caminé junto al cilindro y la sujeté fuertemente, como cuando una madre vuelve del trabajo y encuentra a su pequeño esperándola.  La llevé con incomodidad por los pasillos hasta que encontré una posición más fácil. Al cruzarme con los hombres vestidos como astronautas murmuraban y me miraban extraño, a pesar de eso miré las baldosas blancas del edificio y caminé hasta la escalera de emergencia que anterior mente hube utilizado.

Al llegar a la puerta volví a controlar el perímetro, estaba despejado, pero en ese momento me quedé reflexionando, me olvidé de algo importante, las cámaras de seguridad. Era cuestión de tiempo a que se den cuenta de mi presencia y de las bestialidades que les propiné a sus funcionarios.

Abrí la puerta y miré al suelo, y abrí los ojos con demencia, sentí que casi mis pestañas tocaban la tapa de mi cerebro. La reacción fue debido a  que el hombre que hube derrotado anteriormente había desaparecido. Esa situación complicó las cosas.

Al mirar las escaleras constaté que ya no se encontraba en ellas, me quité el uniforme  y prendí carrera a la parte baja de edificio en donde anteriormente rompí el cristal para poder ingresar.

Al pasar el oxígeno por la ventana escuché varios pasos ofuscados en el piso superior supuse que se dieron cuenta de mi presencia.

Una vez fuera del edificio sonó una alarma perturbadora, la cual hacía temblar el lugar, era bastante parecida al de la película la purga. Todos los personales se pusieron alerta, mientras que yo me escabullí entre los matorrales, los cuales estaban bastante próximos a la salida para poder esperar el momento oportuno y salir de este impío lugar. 

Mientras los personales de seguridad monitoreaban el lugar y me buscaban decidí arriesgarme y correr hasta el portón, minutos después lo hice, pero al lograr pasar sobre el portón escuché vociferar furioso a un militar. Entrégueme lo que está llevando… considérese hombre muerto, imbécil—dijo el hombre con un tipo de máscara de gas y uniforme camuflado.

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