Phillip entró a la casa, subió las escaleras de a dos escalones por vez y caminó directo a la habitación sabiendo que allí la encontraría; pero estaba vacía. Caminó hasta el cuarto de baño. Sus cosas estaban allí, pero ella no.
— ¿Georgina? –llamó.
Bajó de nuevo las escaleras, buscándola por toda la casa, hasta que preguntó al servicio y le dijeron que estaba en el jardín.
Phillip la halló en la oscuridad, con una botella en la mano, y mirando el vacío.
—Georgina –dijo él suavemente—. Tenemos que hablar.
—Sí, supongo que sí –ell