Capítulo 4. Confusión

Madison

Cuatro de la mañana, había terminado de aprenderme todo. Cabeceaba de un lado a otro frente al reloj, tenía media hora para dormir. La alarma me hace brincar de mi lugar, me limpio la baba que ha caído sin darme cuenta, miro alrededor, no hay luz aún, me levanto, comienzo alistarme, doy un gran sorbo a mi café bien cargado, luego empiezo a maquillarme, miro de reojo la hora, tengo exactamente quince minutos para pedir un taxi y llegar a tiempo a la empresa. Me visto, estoy en shock:

― ¿Es una broma?―el traje ejecutivo es algo largo y una talla extra de la normal. Comienzo a mirarme de pies a cabeza. El traje es azul oscuro, blusa blanca de botones hasta el cuello, es manga larga, falda tipo lápiz hasta la mitad de mi abdomen, y el largo...―Me quiero morir...―está debajo de la rodilla. Los zapatos son los únicos que me gustan. Tacón de aguja y el color es del mismo del conjunto y las medias. Me arreglo el cabello en un moño perfecto y cerca de mi nuca. ―Vaya...

He salido a toda prisa cuándo el taxi avisa que se encuentra afuera del departamento. Con la bolsa nueva, con todo el cuidado de no tropezar por la niebla, llego al taxi. Después de media hora de viaje, llego a Empresas Burj, miro mi reloj de muñeca y marca exactamente las 5:40 am. Tengo veinte minutos de sobra, subo por el elevador privado -en la carpeta lo dice- Y miro detenidamente hasta llegar al piso correspondiente.

Las puertas del elevador se abren y cuando salgo, puedo notar que no hay nadie, están las luces encendidas, el mostrador principal hay una carpeta, al acercarme puedo darme cuenta que está dirigida a mí: Asistente Personal- Madison Green.

― ¿Hola?―digo en un tono alto, esperando confirmar que no hay nadie. Miro de nuevo mi reloj y aún tengo unos minutos más. Agarro la carpeta y al revisar me asombra la caligrafía tan perfecta, es difícil de leer a primera vista, pero luego te adaptas rápido, bueno, a menos que sea yo, comienzo a leer que son indicaciones del mismo señor Burj. Abro los ojos al leer que ha pedido que le haga el café, especifica la temperatura, la cantidad exacta y una posdata: "Sabré si realmente ha hecho correctamente lo que se le indica" Gruño, bueno, me he aprendido la carpeta que se me ha obligado a aprender, junto con sus ridículas reglas. Antes de las seis de la mañana, bueno a unos minutos antes, tengo el café en el escritorio, del lado derecho, a un lado de la lámpara con el logo de "Empresas Burj" hacía la silla del todo poderoso, dejo el plato de galletas, en línea recta, encima hasta la mitad de la otra, así sucesivamente cuatro galletas, la servilleta. Termino de rodear el escritorio, tengo la tableta asignada con mi nombre encima del escritorio. Repaso mentalmente una y otra vez antes de que haga presencia, todo lo qué tengo que tener a la mano, he memorizado el desayuno de esta semana: Fruta de temporada, té verde, pan tostado y huevos Benedictinos, sin sal ni pimienta. He ordenado todo desde el nuevo escritorio que se me ha asignado. Estoy sentada frente al escritorio del señor Burj exactamente a las seis en punto, la tableta en mi regazo y fijo la mirada en ella, así como lo dicen sus reglas ridículas.

― ¿Qué le pasa al señor Burj para ponerlo de regla? Aparte ¿Seis de la mañana? Eso es...

― ¿Qué tanto gruñe señorita Green?―Me tenso. Calla Madison, podría ser una de esas pruebas. No digo nada, no levanto la mirada, escucho detenidamente sus pasos acercándose aún más. ―Buenos días, señorita Green, veo que ha llegado antes.

No hablo. No sé si puedo mover mi cabeza en un movimiento para contestarle... M****a, ¿Había escrito una regla que podría no haber leído o un modo de contestar a eso? Entonces me arriesgo.

―Buenos días, señor Burj.―Digo en un tono serio y sin tartamudear. No dice nada, puedo sentir su presencia pasar a mi lado dejando un exquisito aroma, recién duchado, agua de menta, quizás un perfume con...

―Cancela mi desayuno―asiento en silencio sin levantar la mirada, toco la pantalla de la tableta y anoto eso, me he dado cuenta que en la tableta hay una lista de contactos, así como los nombres de seguridad y empleados de cada departamento que me estuve memorizando, entonces presiono el contacto de "Chef" sale la opción de tener una conversación en línea, tecleo a toda velocidad para informar que se ha cancelado el desayuno del señor Burj, el chef contesta inmediato y confirma. ―Necesito...

Se queda callado no dice nada, estoy a punto de levantar la mirada para saber qué es lo que está haciendo, quizás pensando en que otra maldita regla inventar y hacer que la memorice, una esquina de mis labios tira hacia arriba para sonreír a mi pensamiento sarcástico, intento detener ese movimiento.

― ¿Qué le causa gracia, señorita Green?―automáticamente levanto la mirada al sentir que me ha pillado. Entonces me quedo congelada en el momento, el hombre qué está frente a mí, ¡Oh mi Dios! Luce una barba delineada correctamente a la perfección, sus hombros anchos, su quijada perfilada, el cabello negro y húmedo, la camisa debajo de aquel chaleco hecho a la medida se puede notar que cuida su cuerpo, su corbata en color en ese azul que llevo puesto, sus ojos negros me miran intimidantes. Él arruga su frente mostrando una línea recta con sus labios perfectos, entonces me doy cuenta que estoy mirando fijamente. Bajo la mirada bruscamente, cierro los ojos entendiendo que he roto la regla principal: "No mirar fijamente al señor Burj".

―Lo siento, no fue mi intención romper una de las reglas, es solo qué...―me detengo bruscamente cuándo me doy cuenta de nuevo que he roto otra regla: "No hablar a menos que el señor Burj lo pida o estás despedida". ―Mierda...―susurro lo más bajo al ver que he metido una tercera vez la pata.

"No decir groserías" no son las seis con quince de la mañana y ya estoy despedida.

―Lo voy a dejar pasar por ser su primer día, pero le informo que has roto tres reglas...―dice en un tono acusador.

―Lo sé, mis sinceras disculpas...―suelto un suspiro. ¡Calla, Madison! Lo siento, es inevitable.

―Cuatro―espeta irritado. Tan temprano y ya está de malas, Madison Green, todo...por tus cuatro metidas de pata, cuatro reglas rotas en menos de diez minutos. Vaya, estoy jodida a final del día, bueno, si no termina por echarme de la empresa. Después de un largo silencio, comienza a hacer ruido, es como si estuviese revisando papeles. Escucho un sorbo de su taza de café y un largo suspiro.

Después de unos momentos, comienza a dictarme una carta a un jeque muy importante de Dubai, acerca del aumento en costos de exportación de petróleo. Tecleo sin levantar la mirada en esos momentos que se queda en silencio, finalmente después de una tercera carta, me dice que es todo, qué puedo retirarme, entonces me levanto lo más elegante posible con mi tableta y sin mirarlo de reojo me dirijo a la puerta de la oficina, antes de abrir, su voz fuerte, intimidante y fría detiene mi huida. Sí, muero por salir de la oficina. Me giro, con la mirada clavada en mis zapatillas.

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