-IX-

La celebración era un total descontrol. Daylhan, anonadado, veía cómo todos y todas perdían la vergüenza. Llegó incluso a presenciar el inicio de una orgía pero antes de que pudiera presenciar más una mano le cubrió los ojos mientras que una voz grave le susurró muy cerca del oído:

-Eso no tienes que verlo-

Después oyó un gruñido.

La mano del moreno se apartó de sus ojos y pudo darse la vuelta, enfrentando a su esposo.

-Yo-yo lo-lo siento, no…no…-

La boca del azabache acalló la suya para, lentamente, ir retirándose. Dándose media vuelta, Keerd le dijo:

-Vete a casa, luego iré yo-

Daylhan se tensó. Otra vez repetirían lo mismo de la noche de bodas y lo ocurrido después de que nacieran los hijos de Neilan y Gydeon.

No supo el porqué de que Keerd lo arrinconara nada más traspasar la puerta de casa. Tampoco ese ardor que hizo al moreno tomarlo contra la pared de un modo salvaje. Brusco.               

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