CAPÍTULO 10

El rey Caerbhall no era un hombre particularmente creyente en las artimañas de las hechiceras comunes, pero no era tan estúpido como para negar que vivía en un mundo donde poderes reales podían cambiar la vida de los lycans; después de todo, su esposa era una prueba viviente de eso.

Como sacerdotisa de la antigua religión, Erea había encontrado la forma de cambiar los lazos que unían al humano con su lobo, la forma de someter el espíritu animal y unirlo indisolublemente al hombre… pero ni aun Erea había logrado romper la maldición que pesaba sobre su hijo.

—¿Qué quiere decir con que no será capaz de concebir? —preguntó la reina levantando la voz—. Finoa, si vine aquí fue porque los lycans más importantes de mi corte te recomendaron… ¡los avergüenzas a todos!

—Me disculpo sinceram

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