El Reto del Novio Gánster
El día en que descubrí que estaba embarazada de nuevo, Agusto decidió dejar el juego para siempre y prometió trabajar honestamente para mantener a la familia.
Conmovida hasta las lágrimas, le entregué con manos temblorosas todos mis ahorros de un año de trabajos esporádicos.
Dos billetes de banco cayeron al suelo. Los recogí y salí corriendo tras él, pero al final del callejón vi a los matones de la banda que solían venir a cobrarle deudas, inclinándose ante él con respeto. Todo su falso desamparo había sido una mentira.
—Jefe, ¿seguimos hostigando en su puerta mañana? —preguntó uno.
Agusto, reclinado en su coche lujo, respondió con indiferencia:
—Ya no hace falta.
Miró el anillo en su dedo y suspiró:
—Después de tantos años, ya no hay duda: su amor es verdadero. La última vez, trabajó hasta el agotamiento para pagar mis deudas y perdió a nuestro primer hijo. Ya le he fallado demasiado. Es hora de decirle la verdad y que no tenga que sufrir más.
Pero Inés, su amiga de la infancia, frunció el ceño:
—¡No! Aún no es momento. ¿Y si solo le importa tu dinero y tu puesto como líder de la banda? Esperemos a ver si decide tener este bebé.
Agusto asintió pensativo:
—Tienes razón. Después de todo, ya lleva tanto tiempo conmigo. No me abandonará.
Apreté los billetes de banco con fuerza, di media vuelta y las lágrimas cayeron sin control.
¡Agusto, este amor lleno de engaños, lo rechacé!