Me quedo petrificada al ver a mis dos padres sentados en la sala mirándome fijamente, junto a mi marido.
— ¿Qué... qué hacen aquí? — Dios, Lia, no es momento de tartamudear.
— Así que es verdad que te casaste —dice mi madre al ver las alianzas.
— Sí, me casé —en ese momento, Máximo interrumpe.
— Mucho gusto, señor y señora Evans. Soy Máximo Bulton, el esposo de esta bella dama. — Mi padre toma su mano y lo mira fijamente.
— No perdiste tu tiempo, querida hija. Primero nos robaste y ahora te fuiste de caza fortunas. — Cuando ella dice esas palabras, siento cómo mi corazón se estruja, pero Máximo habla.
— Señora Evans, con todo el respeto que usted se merece, no permitiré que venga aquí a nuestra casa a insultar a mi esposa. — Una pequeña sonrisa sale de los labios de mi padre y mi madre se pone roja de la furia.
— Lo mejor que pudimos haber hecho fue echar a una ladrona de la casa.
— Si fue lo mejor, porque de no ser por eso, nunca la hubiera conocido. Lástima que la encontré en tan mal