Por Emma
Mi jefe me dejó en el medio de su living y se retiró a alguna habitación.
Es decir, me echó.
Momentos antes impidió que me fuera.
No me permite renunciar.
Está ofendido y creo que lo que más lo ofende, es la forma en que se enteró.
Tal vez debí habérselo dicho.
Particularmente no lo consideré importante, porque la relación que tengo con mi familia es inexistente.
Miré a mi alrededor y me dirigí hacia la salida.
Nadie impidió que me fuera.
Un hombre de seguridad del edificio abrió la enorme puerta de vidrio que me separaba de la acera.
La fría brisa recorrió mi cuerpo.
Mi auto estaba en el garaje de mi departamento.
Al chofer de mis padres no lo podía llamar, mi progenitor no le permitiría venir a rescatarme, tampoco quiero que mi familia se entere de lo que estoy viviendo.
Me siento humillada.
Pupy me empujo a que yo vuelva sola a casa, de madrugada y vestida de manera increíble para estar en los salones del hotel dónde se llevaba a cabo el evento anual de la cámara textil, p