Por Emma
Estacioné mi llamativo automóvil en el espacio privado de Textil Norte, un nombre que de por sí no decía mucho, solamente indicaba que quizás estaba ubicada en la parte Norte de la ciudad, sin embargo, Textil Norte era la madre de decenas de empresas textiles.
Tenía bajo su ala a las marcas más icónicas del momento y a muchas marcas clásicas de jeans que a través del tiempo se siguen imponiendo.
Me llamo Emma, tengo 23 años y soy una flamante abogada, sin embargo, eso no era aceptable para mi familia, a mi padre se le había ocurrido que yo tenía que ser diseñadora.
Mi progenitor me obligó a estudiar diseño, porque consideraba que era más apropiado que estudie Diseño de indumentaria que abogacía.
Mi familia era dueño de otro imperio textil.
Sin ser competidores directos de Textil Norte, también estaban posicionados con algunas marcas premium.
No era rivales directos, porque su fuerte era otro tipo de prendas. aunque habían sacado su propia marca de jeans, menos clásicos, más osados y con otro estilo.
Ese había sido mi toque distintivo.
Por supuesto, estudié diseño, como lo decidió mi padre, pero yo me sentía apta para dirigir la empresa familiar, no para diseñar algunas prendas que terminaban siendo etiquetadas como segunda marca, porque no eran lo que se esperaba de nuestra marca principal.
Decidí pelear por lo que consideraba, que era parte de mi herencia.
Mi padre era el director, mi hermano mayor el director adjunto y yo una diseñadora a la que ellos no le permitían ni siquiera diseñar lo que mi mente artística creaba.
Sin que ellos supieran, comencé a estudiar abogacía.
Estaban creídos que podían dominar mi futuro y adoctrinarme para que algún día, tal vez, yo pudiera estar a cargo del departamento de diseño de Textil MyE.
Irónicamente la E, de MyE, es por mi nombre.
Me llaman rebelde.
No lo soy, pero mi padre, anticuado, no cree en las mujeres dirigiendo empresas.
Mi hermano Marcelo, se aprovecha de ese pensamiento absurdo y toma ventaja.
No obstante, Marcelo, mi hermano, se encargó de colocar a Liliana, su esposa, en un lugar estratégico e importante en nuestra empresa, mientras que apoya abiertamente todas las decisiones de nuestro padre.
Mi hermano siempre pretendió hacerme sentir pequeña, ya sea en la empresa o en las reuniones familiares, sin embargo, no lo logró, siempre me defendí.
-Nunca aprendiste a comportarte.
Sentencia cuando le contesto, defendiendo mi punto de vista.
En todas las cenas familiares, parece que dar mi opinión sobre no importa qué, desata el caos.
Él hace un alboroto de todas mis opiniones y si no hablo, critica mis gustos personales, mi manera de vestir o la música que escucho.
Mi padre se deja manejar por él y aunque todos los meses, mi progenitor deposita una cuantiosa suma, mejor dicho, depositaba, con su severa mirada siempre pretendían callarme.
Mostré mi título de diseñadora de indumentaria.
Esa reunión fue épica.
Al día siguiente la escritura de un departamento apareció sobre mi escritorio.
Parecían que todos estaban felices, cuando 6 meses después mostré mi título de abogada, la rebelión familiar era increíble.
No hubo felicitaciones, parecía que había cometido el peor de los delitos.
-No entendés cómo funcionan los niveles en esta familia.
La voz de mi hermano me enfureció.
- ¿Qué tiene que ver? Tengo dos carreras y eso es mucho más de lo que vos hiciste.
-No voy a permitir tu insolencia.
Dijo, como si los 15 años que me llevaba, le dieran derecho a gobernar hasta mis pensamientos y por supuesto, manejar cada una de mis palabras.
-No vas a lograr nada en la empresa, yo me voy a encargar de eso.
- ¿De qué te vas a encargar?
Me planté delante de él.
-Sos la misma de siempre, rebelde y no sabés tu lugar.
- ¿Mi lugar? ¡Tengo dos títulos universitarios! Tu esposa solamente tiene la escuela secundaria y la acomodaste en una gerencia y no tengo nada contra Liliana, solamente marco la diferencia.
- ¿Diferencia?
Mi madre a esa altura lloraba en silencio, mi padre me miraba con ojos acusadores.
Realmente pensaban que era yo quién creaba las tempestades.
-Sí, te sentís amenazado por mis títulos, tenés miedo de que marque tu mediocridad.
¡Plaf!
Sonó un cachetazo que me dio vuelta la cara.
Mi madre se tapó la boca con sus manos.
Mi padre, injusto como siempre, sonrió fríamente y sus palabras sonaron como dagas.
-Vos te lo buscaste.
- ¿Me lo busqué? ¿Qué me busqué? ¿Por qué no pueden estar orgullosos de mi título?
¿Por qué no puedo trabajar en dónde me corresponde?
Le digo mientras me limpio con una servilleta una línea de sangre que bajaba desde mi labio.
-Vas a trabajar donde yo diga.
Se impuso mi hermano y sé que no es cuestión de dinero, porque lo que se me deposita mensualmente es una cantidad sustanciosa.
Eso era sobre poder.
-No, ya no.
-Jajaja ¿Qué vas a hacer? ¿Patalear? ¿Llorar? ¿Renunciar?
Esa provocación la tome literal, sin pensar demasiado.
- ¿Sabés qué? Sí, renuncio, sos un hombre violento e inseguro y te vas a arrepentir cuando me necesites.
-Sos vos la que vas a volver arrastrándose.
Siguió diciendo mi hermano, con mucha soberbia.
Me levanté y me dirigí hacia la puerta.
- ¡Emma!
Me llamó mi madre.
-Dejala, ya va a volver.
Le dijo mi padre, mientras que mi cuñada nunca fue capaz de levantar la vista para defenderme, a pesar de que siempre nos habíamos llevado bien.
Mi hermano se sentó nuevamente, con su soberbia intacta.
Eso me lleva a este momento.
¿Qué hago en textil Norte?
No estoy espiando, ni nada por el estilo.
Simplemente, quería demostrarle a mi familia de lo que yo soy capaz.
Sé que les va a molestar más, si me destaco en una textil tan conocida.
Sí, soy rebelde y tal vez un poco vengativa.
Por una amiga, supe que en Textil Norte necesitaban una secretaria para la secretaria del gerente de ventas, indirectamente también era secretaria de ese mismo gerente.
Toda la oficina de ventas corría al son de ese afamado jefe.
Allí no me podían exigir nada, porque nadie esperaba mucho de mí, salvo que hiciera mi trabajo en forma correcta.
No había conflictos de intereses.
Me había tomado el trabajo de mandar un telegrama y renunciar oficialmente a mi puesto en Textil MyE.
- ¿Qué hiciste?
Gritó mi padre al recibir el telegrama.
-Renuncié, pensé que estaba claro.
-Vení inmediatamente.
-No puedo, estoy trabajando.
Le mentí en ese momento, porque aún no había comenzado a trabajar en Textil Norte.
-No vas a contar con tu sueldo.
No era un sueldo lo que me depositaban era una pequeña fortuna y yo, previendo problemas, me adelanté a ese momento, ahorrando e invirtiendo cada peso que caía en mi cuenta.
Ellos siempre me menospreciaron, no saben con quién se metieron.
No veo la hora de ver sus caras cuando se enteren que trabajo en Textil Norte.
La entrevista para quedar elegida entre 3 docenas de aspirantes fue fácil, conozco todos los pormenores sobre la industria textil y al ser abogada y diseñadora de indumentaria, nadie me podía superar.
-¿Por qué alguien con tus títulos no aspira a más?
Preguntó la jefa de personal.
Esa pregunta fue la única que no esperé.
-Soy joven y recién recibida, quiero seguir prendiendo, y al estudiar tanto, no tengo mucha experiencia.
-Sos realmente maravillosa, esperemos que el señor Ricardo Candiles valore tu humildad y no te perdamos por sus impulsos.
- ¿Impulsos’?
-No te asustes, él es un poco intrépido y…
Bajando la voz, siguió hablando.
-No tiene el mejor carácter.
-No hay problema con eso, no creo que tenga peor carácter que mi padre.
Terminamos riendo.
El tema es que yo no sé callarme, por esa razón no sé cuánto tiempo voy a durar en esta empresa.
Espero que lo suficiente como para que mi familia se entere que trabajo acá.
Kika, era la encargada de venta, nuestra jefa y a su vez, era la secretaria directa e inmediata de Pupy, Ricardo Candiles, el gerente de ventas.
En esa área éramos 5 personas, incluyendo a Kika.
Me resultó muy cómico el conjunto de apellidos de mis compañeras.
Verónica Cerezo, Catalina Manzano y Mirta Naranjo.
Yo me presenté con el apellido de mi madre, para todos soy Emma Fonda.
Kika no era la jefa más agradable que existe y tenía muchos errores, pero yo no podía darme el lujo de corregirla.
Pronto me hice amigas de mis compañeras, excluyendo a mi jefa, por supuesto.
A Pupy no la había visto desde que comencé a trabajar, es decir que no lo conozco personalmente.
En realidad, una vez lo vi en un evento, donde el muy descarado estaba acompañado por una famosa modelo, a pesar de estar casado.
Cuento con que no me haya visto, ya que esa noche solamente parecía tener ojos para Grace Obban, una de las modelos del momento.
Tampoco es probable que me relacione con una heredera textil.
En la oficina estamos todas vestidas con el uniforme que Textil Norte nos proveía.
Pollera negra, recta, pero varios centímetros por arriba de las rodillas, camisa blanca, de un corte impecable y una chaqueta, entallada y de una moldería envidiable.
Reconozco que, aunque preferiría llevar mi propia ropa, estas prendas eran sofisticadas y calzaban como un guante.