Lo jalé de la camisa y con algo de brusquedad, lo abracé por el cuello.
Casi al mismo tiempo, Aitor me rodeó la cintura con sus brazos para atraerme más a él, sentí como me levantaba del suelo y respiraba profundamente el olor de mi cuello.
Escondí mi cara también en su cuello y hablé despacito.
—Te extrañaré… —a pesar de que iba contra mi comportamiento habitual, no me importó, ya que sentí la libertad fluir por mi ser.
Aitor volvió a depositarme en el suelo y tomó mi rostro para mirarme a los ojos.