CAPÍTULO 79. Soy yo
Ángel pestañeó despacio, y miró a su hermano como si a Darío de repente le hubieran crecido todas las cabezas de la hidra.
—Tú me estás jodiendo ¿verdad? —le soltó. ¿Qué era aquello de que besara a Sammy?
—Pues no, no te estoy jodiendo —replicó Darío, nervioso—. Tú vas… y te subes las mangas así, para que te vea los tatuajes… pero que no te vea esta mano porque no tenemos las mismas cicatrices… ¡y luego la besas y ya!
Ángel achicó los ojos y levantó un índice acusador frente a la nariz de su hermano.
—Tú lo que quieres es que a mí me pateen las pelotas —gruñó—. ¿¡Crees que Sammy es estúpida y no se va a dar cuenta solo por los tatuajes!? ¡Se va a poner hecha una fiera cuando se dé cuenta y te recuerdo que mi mini angelito todavía está resentido, no aguanta una agresión…!
—Ya, ya, tampoco es para tanto… entras y sales, no se va a dar cuenta.
—¡Darío!
—¡Bueno está bien! ¡Sí se va a dar cuenta! —rezongó el Diablo—. ¡Pero hazlo igual!
Ángel se cruzó de brazos y evaluó la expresión desespe