Me acerqué de prisa a la camilla y ví que continuaba moviendo sus dedos. Acaricié su cabello y volví a llamarlo por su nombre.
Lentamente abrió sus hermosos ojos y luego de recorrer un poco su alrededor, los posó en mí. No puedo explicar el brillo que adquirieron...
-Oh Alexander- sonreí y tomé su mano -Tranquilo, estás bien, estás en casa-
-Anne...- murmuró con voz rasposa y confundido -Creí que no volvería a verte-
Irremediablemente comencé a llorar.
-También yo, creí que se caía mi mundo cuando te ví entrar inconsciente por la puerta-
-Me salvaste...- habló pausado.
-Lo haría una y mil veces- sonreí - Pero procura no asustarnos de nuevo. ¡Oh! Tengo que avisarle a todos que despertaste- y comencé a darme media vuelta.
Pero el jefe apretó mi mano dé