Olivia miraba aquella puerta con tanta devoción, su hermana saldría por ella. Estaba nerviosa, Julieta había insistido en que se tranquilizara, que podía demorar, pero que todo estaba listo.
Por más que insistió en que le contara cómo había logrado que saliera, Julieta omitió todo lo que tuvo que hacer. Era una mujer perspicaz y conocía la debilidad de los hombres, sobre todo si esa debilidad vestía tacón del número quince.
Una mañana, después de dejarla en el hospital, fue de visita a la casa del procurador a tomar el té con su esposa, una visita que solo tenía un mensaje y se lo hizo saber con un recado:
Estoy con tu esposa, espero que puedas hacernos un espacio y venir a compartir el té, o le hablaré de tus atenciones tan especiales que tienes con la modelo.
Julieta era de armas tomar, y él lo sabía a la perfección. Llegó media hora después con una sonrisa y sorprendiendo a su esposa con unas hermosas flores, oportunamente se había dado el tiempo para compartir un momento con su esp