En el aeropuerto, salté a los brazos de mi hermano, aunque él solo me dio una palmada en la espalda antes de soltarme. Aun así, yo le sonreí con emoción.
—Viniste...
—Te dije que lo haría.
Y sonriendo con cortesía, saludó a mi compañera. La señora Blanc sonrió.
—Supongo que usted es el hijo del señor DeRose, y actual Ceo.
Mi hermano asintió. Y después de una corta conversación, los tres dejamos el aeropuerto. Al principio, no sabía a dónde nos dirigíamos, pero más tarde, el auto se detuvo a las puertas de un alargado edificio poco familiar.
—Bueno, aquí nos despedimos, señor DeRose —dijo la señora Blanc cuando mi hermano y yo bajamos del coche—. Ha sido un placer conocerlo.
Cuando la amable mujer se fue, mi hermano me tomó de un brazo y clavándome los dedos en la piel, me llevó por la concurrida calle hasta terminar en un callejón vacío.
—¿Iván...?
—Aun estando lejos, logras avergonzar a la familia.
Hice una mueca confusa.
—No sé...
Pero me detuve en seco casi d