Capítulo trece

En sus manos

Antonella

La conversación con Carina me había hecho pensar en diversos escenarios con respecto a Dante. La visita de extraños era muy sospechosa, puesto que Amalfi recibía turistas, muchos turistas al año, pero la descripción que Carina había hecho de ellos, no encajaba con los visitantes. Amalfi era una isla pacífica, un lugar donde pocas veces sucedía algo interesante.

—Buenos días —la voz de Dante me hizo girar en su dirección.

El hombre se veía cansado y había ojeras bajo sus precisos ojos verdes. ¡Preciosos ojos verdes! ¿En qué diablos estaba pensando para pensar que era precioso? Me recriminé severamente, aunque tenía que ser ciega para no darme cuenta de que Dante era un tipo guapo.

—Buenos días, Dante, ven siéntate.

—Gracias, señor Moretti —respondió con amabilidad a la invitación del abuelo.

—Antonella, sirve primero a Dante, tiene que recuperar fuerzas —pidió mi abuelo.

Por un momento estuve tentada a jugarle una broma y lo habría hecho si su mirada no me hubies
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