¿Mi mate? ¡La odio!
¿Mi mate? ¡La odio!
Por: Jules Liz
El lobo intimidante

Llegué a casa buscando esconderme de esa bestia que interrumpió en mi trabajo. Tener que correr por mi vida era por lejos, la sensación más terrible que hubiera vivido. Mis rodillas estaban magulladas por las caídas intentando defenderme para escapar y mis pies, acalambrados por el esfuerzo. Logré llegar a casa con el mas grande de los esfuerzos y algo más de buena suerte. No podía ser lógico que un lobo de ese tamaño estuviera buscándome, tenía que tratarse de alguna clase de pesadilla. La desesperación me invadía recorriendo mis huesos y haciendo palpitar mi corazón de una manera indescriptible.

—No te escaparás de mí, Sara. —dijo él, con su voz rugosa aterradora, que me estremeció los huesos.

Lo contemplé en total shock, cuando volvió a su forma humana me dejó boquiabierta. Era él, mi compañero de la escuela al que por tanto tiempo ignoré. Estaba completamente fuerte, atractivo, con el cabello azabache y los ojos penetrantes igual de oscuros.

—¿Qué es lo que quieres, Mark? —pregunté, temblando, buscando cubrir mi rostro trigueño con mis manos.

No me dio tiempo siquiera a pedir ayuda, cuando me cargó entre sus enormes brazos. Poseía una fuerza abrumadora y no tenía idea de a quien acudir para que me salvara. Yo vivía sola en mi departamento después de todo.

Desperté con los huesos entumecidos, en una cama de plumas suave. Lo vi sentado a mi lado, con el torso enseñando los tatuajes que lo hacían ver tan peligroso. El miedo recorrió mi espalda y busqué a tientas cubrirme con mis mantas, el escote de mi camisa develaba mi femineidad.

—Así es como quería tenerte, ¿Acaso no te acuerdas de mí? —preguntó Mark, pasando su mano por mi cuello, como si estuviera a punto de matarme.

Yo quería hacerme la desentendida, eso sería mejor para su furia, pero yo no era mentirosa. Aquel hombre tan guapo, había sido un adolescente tímido al cual rechacé para el baile de la escuela mil veces y le negué todas las citas. Estaba tan cambiado, aunque siguiera teniendo esos ojos profundos tan característicos.

—Eres un lobo… —empecé a decir a duras penas, tartamudeando.

—Sí, y tu serás mi mate. Pero eso no me hace odiarte menos. —se levantó de golpe y me quitó la manta de encima, dejándome al descubierto.

Mis sentidos se agudizaron y mi corazón galopó sin control alguno.

—No entiendo nada de lo que dices… —supliqué, temía por mi vida.

El estaba cubierto de sangre, pude verlo bien cuando se puso de pie. Era un asesino, una bestia sin freno que ahora tenía un completo control sobre mí. Divisé la puerta cerrada y me lamenté en silencio.

—Vas a hacer todo lo que yo te diga, ahora estás bajo mi propiedad y te aseguro, que me vengaré los rechazos del pasado. —su sonrisa maliciosa brilló, tenía los dientes relucientes.

Con una de sus manos tomó una soga que había sobre la mesa de noche, eso podía significar cualquier cosa. Se me heló la sangre nuevamente cuando la arrojó al suelo.

—Te asustas muy fácilmente Sara, pero no eras tan temerosa cuando me ignorabas y te reías de mis cartas… —apretó los labios.

Mark se arrojó sobre mi con delicadeza, apretando mi cuello entre sus manos y hundiendo su nariz en mi cuello. Esto era una locura, el era un lobo y me había secuestrado para vengarse. Quitó la ropa de mi cuerpo y deslizó su tacto por mis piernas. La sensación cambió, ya no sentía miedo, sino que una parte de mi comenzaba a humedecerse y no quería admitirlo.

Busqué apartar la vista de su presencia, era imposible. Su rostro era perfecto, misterioso y al mismo tiempo, portaba una maldad que no podía describir. Me atraía y eso me hacía dar más odio, porque no lograba dejar de sentirme seducida por su imponente porte y su tacto de otro mundo.

Me colocó unas esposas en las muñecas y soltó una risita malévola. Luego, acarició mi cabello echándolo para atrás, agotando enteramente mi paciencia. Solté un quejido desde mi boca, aunque mi corazón pedía más contacto.

Allí, me dejó completamente sola. Recordé al antiguo Mark que conocí en la escuela, el tímido chico que no hablaba en voz alta, yo lo ignoré por mucho tiempo y me parecía tan raro… Ahora, era una bestia indomable. El me odiaba, siempre lo haría, el rechazarlo y humillarlo por tanto tiempo me pasaría factura.

La puerta se abrió y a la habitación ingresó un hombre que parecía salido de la televisión. Llevaba el cabello también oscuro y los ojos color verde oliva, de tez trigueña y fuerte, en efecto era el hombre más imponente después del nuevo Mark.

—Me presento, soy él beta de esta manada. Te he traído ropa limpia. —Su sonrisa brilló, tan amable como un caballero de su gran belleza podía mostrarse. —Mi nombre es Adren.

Depositó las prendas en la cama, sin mirarme con atención ni percatarse de que me hallaba esposada y casi sin ropa.

—¿El me detesta? —pregunté sin dar más preámbulos, si esta sería mi tortura la afrontaría desde la verdad.

El sonrió con algo de pena.

—Claro, te odia más que a cualquiera. Tú rompiste su corazón. —se encogió de hombros. —Si necesitas café, hay una maquina en la sala de al lado. —continuó, cambiando de tema como si yo fuera una simple invitada.

—Yo no he hecho tal cosa. —me excusé, buscando mostrarme ofendida. No me salía en lo absoluto, me sentía intimidada al estar esposada a una cama.

—El es mi hermano, Sara. —hizo una mueca de fastidio. —Cuando el te escogió como mate, hace tantos años, cuando los dos iban a la preparatoria, yo fui el que lo vio llorar.

—Santo cielo, solo fueron citas a las que no fui… —tragué saliva, comenzaba a recordad con más claridad esos sucesos del pasado.

—Para ti fueron eso, pero él, lloró toda la noche. Siempre ha sido sentimental, los demás lobos somos diferentes, solo tomamos lo que queremos y sino, la sangre se derrama. —el brillo rojo en sus ojos me hizo dar escalofríos.

Adren tenía el rostro diferente a cuando ingresó, parecía que su parte bestia iba a emerger. Se lo notaba mucho más sádico que Mark a pesar de mostrarse más amable para el exterior. Recordé la cena a la cual lo dejé plantado aquella vez, lo había olvidado por completo. Él no me gustaba para nada en ese entonces. Me aterraba cuantas otras cosas habría olvidado de nuestro tiempo en la escuela.

Él beta me miró con atención.

—Bienvenida a la manada, Sara, eres la mate más odiada de todas. —sonrió. —Lo mejor está por venir.

Otro escalofrió recorrió mi piel de pies a cabeza, el viento se filtraba por las pocas prendas que llevaba.

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