Emily observó la cara de su hija mientras le entregaba el teléfono móvil. Pudo ver la preocupación en su carita.
- ¿Qué te ha dicho? - preguntó y Gabriela la miró.
- Que se está ocupando de unas cosas y que nos veremos pronto.
- Eso está bien, ¿no?
- Algo va mal...
Emily se agachó hasta la altura de su hija y la miró a los ojos. Es tan inteligente que a veces da miedo.
- Si algo va mal, lo solucionará. No te preocupes por eso. Son cosas de mayores.
- Pero ¿y si pasa algo que haga que se vaya otra vez? - preguntó con lágrimas en los ojos.
- Eso no volverá a ocurrir, hija. Y no se fue la primera vez, ya lo hablamos.
- Sí, se fue.
- Y no me volveré a ir.
- Pero ¿y si decide irse ahora?
Emily respiró hondo y estrechó a la niña entre sus brazos. Comprendía su miedo, pero no tenía forma de explicarle todo lo que estaba ocurriendo en aquel momento. Se acercó al sofá y se sentó con Gabriela en el regazo.
- A veces los adultos tenemos problemas difíciles de resolver y probablemente ese sea el