Daniel lo pensó un momento:
— No, nunca ha sufrido quemaduras.
— Daniel, si Vivian despierta y tiene otra crisis, contactaré directamente con el hospital, aunque seguiré ayudando con su tratamiento —dijo Silvia con seriedad.
Daniel asintió, comprendiendo perfectamente.
Después de todo lo ocurrido, Silvia estaba completamente agotada. Se desplomó en el sofá, respirando pesadamente.
Para empeorar las cosas, además del dolor de las quemaduras, comenzó a sentir un intenso dolor en el bajo vientre, como si un pequeño cuchillo le revolviera las entrañas.
Se encogió, sujetándose el estómago. Daniel notó inmediatamente su estado.
— Silvia, ¿qué te pasa?
Silvia no se lo ocultó:
— El estómago...
Estaba sudando y demasiado cansada para seguir hablando.
— ¿Has tomado la medicina?
— Todavía no la de hoy.
Daniel se dirigió a la cocina con familiaridad, sacó un nuevo paquete de hierbas medicinales del refrigerador, colocó la olla de barro en la estufa y comenzó a preparar la medicina.
Dejando la olla