Silvia, con rostro impasible, hizo un gesto y la pantalla se iluminó. En la oscura oficina, la cámara de visión nocturna mostraba imágenes con un tono verdoso, pero aún se podía distinguir claramente lo que ocurría.
Después de unos quince segundos, la puerta de la sala de consultas se abrió repentinamente y dos personas entraron sigilosamente. Una de ellas era Leticia.
— ¡Apágalo! ¡Apágalo! —gritó Leticia. Al principio no lo creía, pero al ver el video comprendió que todo había sido una trampa, una trampa que Silvia le había preparado.
El video se detuvo justo en un primer plano de su rostro.
— Leticia, esto significa que fuiste tú quien robó el examen, y hoy en la competencia tuviste la osadía de acusar a otros —el rostro del director pasaba del pálido al enrojecido.
Frente a tantos periodistas, ¿no estaba esto manchando directamente la reputación de la universidad?
¡Una estudiante de la Universidad Santa Mónica robando las preguntas de un examen la noche anterior a la competencia! Cu