Paz salió hasta el bar cafetería del consorcio, sonrió al ver a su hija más animada.
—Parece que la charla está muy amena —comentó.
—Solo le contaba un chiste a Malú —respondió Sebastián, y saludó con cortesía a la señora Duque—, ha sido una tarde muy gratificante, pero debo irme —expresó, frunció los labios.
—Permíteme llevarte hasta tu hotel —dijo Malú, enseguida se despidió de su mamá, y lo mismo hizo Sebastián, de inmediato ambos abandonaron el piso de presidencia.
Y cuando María Paz giró para avisarle a Abel que ya podía irse, él ya había salido de la oficina.
—Le agradezco por la confianza, no se va a arrepentir. —Besó la mano de la señora Duque, y salió a prisa.
Sus intenciones eran seguir a Malú, y saber hasta dónde iba a llegar o había llegado con Sebastián.
Con cuidado de no ser visto, conducía a distancia prudente de su exesposa, entonces miró como ella aparcaba el jeep frente a un lujoso hotel.
—Ya bajate Sebastián —susurraba Abel apretando con fuerza el volante de