Landon
Mis pequeños dormían plácidamente sobre la cama, casi ajenos a toda la horrible situación que se estaba presentando. O al menos eso era lo que deseaba pensar. Necesitaba que sus pequeñas mentes, aunque fuesen listas, no entendieran del todo la gravedad del asunto y así no vivieran con miedos, con incertidumbre.
Lyra por fin salió del baño. Su expresión seguía triste y caminé hacia ella para abrazarla.
—Sigo sin poder creerlo —murmuró contra mi pecho.
Enseguida la escuché llorar. Yo también sentía la necesidad de hacerlo, pero no por esa doctora, sino por verla así, por la angustia que sentía por mi sobrino. No podía parar de imaginar lo asustado que estaría, que lo estaban tratando mal o dándole de comer sobras. Casi podía escuchar su llanto, su angustia, sus gritos. Era un niño muy valiente, pero también muy pequeño todavía como para sufrir esa clase de traumas.
—¿Crees que él esté bien? —preguntó Lyra en un susurro—. No quiero imaginar que…
—No lo sé, mi amor. Lo que sí sé