Thane
Ekaterina seguía quejándose de dolor mientras la subía a la habitación. Por alguna razón, verla así hacía que mi corazón latiera fuertemente. Sabía cuál era esa razón, pero prefería mantenerla solo en el fondo de mi mente y no dejarla aflorar.Al menos, así era cada vez que estaba en casa y bajo la mirada de Lyra. Pero ahora no podía pensar en ella, sino en la hermosa rubia que hacía mía casi todas las noches sobre esta cama. Por más que lo hacía, nunca era suficiente, y lo necesitaba a un grado enfermizo.
—¿Estás bien? —le volví a preguntar mientras la recostaba—. Ekaterina, tienes que decirme…
—Me va a matar, señor Wilder —susurró, mirándome avergonzada—. En realidad, no me duele nada.
—Me mientes —gruñí—. Estabas prácticamente llorando, ¿cómo es posible que…?
Ella se sentó. Como yo también estaba sentado, quedó a mi altura, con sus labios muy cerca de los míos.
—¿Qué es lo que intentas con estos trucos baratos? —le recriminé, sintiendo alivio en el fondo de que no le doliera n