Alessia no se encuentra.
Kelvin, después de arreglarse bajo a desayunar, su madre ya tenía todo listo cuando él entró en la cocina.
—Buen día, mamá.
—Buen día mi niño —Saludo Anaís con una sonrisa cálida.
—¿Vas a la empresa o a la casa hogar? —pregunto Kelvin mientras se sentaba a desayunar.
—Hoy iré a la casa hogar, algunos matrimonios van porque están interesados en adoptar.
—¿Puedo ir a ayudarte?
Los ojos de Anaís se iluminaron.
—¡Oh, Kelvin! Los niños estarán encantados de verte. Y sí, sabes que necesitamos toda la ayuda que podamos obtener.
Kelvin sonrió.
—Extraño pasar tiempo con esos pequeños.
Anaís asintió con entusiasmo.
—Ellos también te extrañan, sobre todo Gael, y si les cantas algo, estarán superfelices, tu visita les va a alegrarle el corazón.
Kelvin recordó a Gael, un niño tímido con ojos grandes y llenos de esperanza.
—¿Aún no ha sido adoptado?
—No, pero él siempre se mantiene positivo.
—Lo extraño mucho desde que me fui a Francia. Cantaré para él y para todos los demás. Quiero que se sienta