Capítulo 258
Gabriela lo miró de reojo.

La expresión de Álvaro, algo afligida, casi la hizo sentirse culpable por haber sospechado que lo hacía a propósito.

Sin decir palabra, presionó nuevamente el botón del elevador y entró.

Álvaro, con la cabeza gacha, la siguió.

Los ojos de Gabriela se posaron discretamente en la mano lastimada de él.

Estaba más que claro: creer que Álvaro era Emiliano seguía siendo parte de sus delirios.

Todo se debía a aquel aroma idéntico de la paella de mariscos, esa leve chispa de esperanza que uno agarra cuando está desesperado.

Pero lo falso no deja de ser falso.

Y por más que uno busque pruebas una y otra vez, al final, todo sigue siendo mentira.

Ella misma se sentía ridícula:

parte de su mente seguía lúcida, mientras la otra parte enloquecía, una dualidad que la hacía sentir como una payasa.

***

Lo que pasó con Teresa no tardó en difundirse entre su círculo social.

Aquellas personas que habían hablado mal de Gabriela o que habían molestado a Cintia empezaron a temer po
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