Álvaro asintió.
Se frotó las sienes adoloridas y volvió a la habitación de Gabriela.
Al entrar, se acurrucó junto a ella, y en menos de un minuto ya estaba profundamente dormido.
Pasó un rato, y Gabriela abrió los ojos.
Observó al hombre durmiendo a su lado, y con cuidado se incorporó.
Antes de salir, le acomodó la cobija sobre los hombros, con un gesto casi imperceptible de ternura.
Sin detenerse más, salió de la habitación.
Afuera, Laura y Kian habían sido enviados a hacer algo por la pareja Rojo.
Solo estaban los ancianos esperándola en la puerta.
—Vámonos —dijo Gabriela, con el rostro frío e impasible.
Carmen y Oliver no dijeron nada.
Condujeron a Gabriela hacia la salida trasera del hospital, donde esperaba un auto.
—Para evitar ser detectados, tendremos que movernos de un lugar a otro durante unos días. En el destino final ya hay una propiedad lista y equipo de comunicación. Cuando el bebé esté a término… —Carmen se interrumpió a sí misma.
Gabriela la cortó sin titubeos:
—Espero