Toda la ira que sentía por haber sido dejado en el aeropuerto se desvaneció de inmediato.
¡Olvidó por completo cualquier castigo o reprimenda!
—Lo siento… —susurró, mientras la abrazaba con ternura.
Gabriela, como una pequeña criatura herida, sollozaba suavemente en sus brazos, hasta que poco a poco volvió a quedarse dormida.
Concha se despertó frotándose los ojos.
Al levantar la cabeza, vio a un hombre que le resultaba vagamente conocido, abrazando a la maestra García y dándole suaves palmadas en la espalda para consolarla.
Abrió los ojos de par en par.
Álvaro puso el índice en sus labios, indicándole a Concha que no hiciera ruido.
De inmediato recordó que la pequeña era sorda.
La última vez, Gabriela había recibido un golpe con un ladrillo por salvarla a ella.
Concha miró a Álvaro con desconfianza. Lentamente, comenzó a mover su mano para apretar el botón de llamada a la enfermera.
Álvaro, al darse cuenta, suspiró con resignación.
Empezó a hablar en lenguaje de señas: "Soy su esposo.