El camarero regresó con una botella de vino que rompió por un instante la tensión entre nosotros. Sin embargo, el ambiente seguía cargado; cada gesto y cada palabra escondían un mensaje subyacente que no tardó en aclarar.
—No le estoy volviendo a reclamar, solo le contesté —habló con frialdad—. Y por último, y lo más sorprendente de todo, es que usted no sabe nada de moda, ni cómo usar zapatos de tacón. Siempre pensé que todas las mujeres sabían de eso. —Ya veo —repliqué con sarcasmo—. Soy el bicho raro que le cayó en su plato de sopa. De ahí su curiosidad. Una estruendosa carcajada resuena en el restaurante, haciendo que todos nos miren. El señor Minetti se calla a duras penas, mientras yo me muero de vergüenza y estoy loca por quitarme estos malditos zapatos que me puso el es