Dos masas de fuego

Me giro rápidamente en mis dos pies y veo a la joven camarera en la puerta, sí, la misma con la que se besaba Alejandro en la despensa, e inmediatamente arruina el momento. Es evidente la situación, mi filipina está abierta por completo, dejando al descubierto la pequeña camisilla que llevo debajo, ambos estamos con las mejillas ardiendo y jadeando. Alejandro mantiene sus manos en mi cintura, me agarra con fuerza, me mantiene delante de él e intuyo que es para ocultar su notable erección.

— ¿¡Qué!? — le grita Alejandro completamente energúmeno, también está molesto por la interrupción.

Abre sus ojos completamente y se pone nerviosa — Chef… Yo — tartamudea, no sabe qué hacer o qué decir. Y finalmente agacha la cabeza. No lleva su uniforme, va vestida de una manera que deja a la vista sus mejores cualidades físicas y lleva unos documentos en sus manos.

Me safo de su agarre, salgo del lugar a pasos largos, me molesta todo, la interrupción, que hubiese sido ella,
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