—La novia del tío Paolo es genial, nos dejó usar sus esmaltes y nos contó unas historias muy divertidas —dijo Lionetta a toda velocidad. A su corta edad, su sobrina tenía una habilidad impresionante para hablar sin respirar.
—Espero las niñas no les hayan dado problemas —dijo Vanessa mirando a Loredana.
Ella y Adriano habían llegado media hora atrás y los había invitado a quedarse. No tenía mucho sentido que se fueran, cuando tenían que volver a la hora del almuerzo.
—Para nada, tienes unas hijas muy preciosas —respondió Loredana.
Paolo le sirvió zumo de naranja en un vaso y se lo entregó.
—Gracias —musitó ella con una sonrisa.
—¿Cómo estuvo la cena de anoche? —preguntó.
—Ya sabes, lo mismo de siempre —comentó Adriano—. No me habría molestado llevar a mi esposa a cenar a otro lado.
—El odia rodearse de personas —bromeó Vanessa mirando a Loredana.
Durante los siguientes minutos continuaron hablando en un ambiente ameno. Paolo estaba feliz al ver lo bien que habían congeniado su herma