150. Es mi esposa, no tiene que irse.

Un médico se acercó a Michael con el rostro descompuesto. Su expresión grave hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Michael. Instintivamente, su corazón se aceleró, anticipando que las noticias que estaba a punto de recibir no serían nada buenas.

— ¿Podemos hablar?

Michael sabía que esas palabras jamás indicaban nada bueno en una relación; podían significar incluso el fin de esta, y cuando las decía un médico con esa expresión, podía ser aún peor.

Sophie también lo sabía, así que colocó una mano reconfortante sobre el brazo de Michael, preparada para escuchar lo que el médico tenía que decir.

— Claro, doctor, dígame — respondió Michael, sintiendo que su corazón latía tan rápido que apenas podía escuchar las palabras del médico.

— En privado, por favor — dijo el doctor, dirigiendo su mirada hacia Sophie.

Cuando ella se disponía a retirarse, Michael la tomó de la mano, girando su rostro hacia él y negando con la cabeza. No quería que su esposa se fuera.

— Es mi esposa, no tiene
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