Capítulo 824
Hablar del pasado solo traía dolor.

¿Y el futuro? ¿Qué futuro había para ellos?

Se quedaron allí, en el crepúsculo, durante mucho tiempo.

Finalmente, Luis sonrió levemente:

—Me voy.

Le dio una última mirada profunda, se giró y abrió la puerta del coche.

El coche se alejó lentamente.

Dulcinea se quedó allí, sin moverse.

El aire frío del invierno la envolvía, olvidando ajustarse el chal de lana sobre los hombros. El pequeño Leonardo corrió hacia ella, abrazándola por las piernas, y preguntó con voz tierna:

—¿Mamá está llorando?

Dulcinea se inclinó y abrazó a su hijo.

Apoyó la cabeza en su pequeño hombro, ocultando sus ojos llenos de lágrimas, y con voz entrecortada, dijo:

—No, mamá no está llorando. Es el viento que me hizo llorar.

Leonardo le tomó la cara entre sus manos:

—Leonardo le sopla a mamá.

Una lágrima resbaló por la mejilla de Dulcinea.

...

Luis regresó al apartamento con una bolsa de comida.

Ana había estado allí.

Había ordenado la casa, puesto dos macetas con plantas y llenad
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