Luis cerró la puerta con suavidad.
Se acercó a la cama y se sentó, acariciando la barriguita de Leonardo con una sonrisa:
—Este chico sí que come bien. ¿Siempre come tanto por la noche?
Dulcinea no respondió.
Siguió aplicándose sus cremas con calma.
Luis sabía que ella estaba enojada y trataba de calmarla. Incluso elogió a los niños:
—Clara sabe cuidar bien a los niños. Alegría también está gordita y saludable. Habrá que darle un bono a Clara.
Dulcinea no respondió.
Pero eso no desanimó a Luis, al contrario, avivó su deseo de conquistarla.
Luis se acercó a la silla del tocador y la abrazó suavemente junto con la silla, mirando a su reflejo en el espejo. Con voz suave, preguntó:
—¿Dónde voy a dormir esta noche?
Dulcinea también miró el reflejo en el espejo.
Después de un momento, respondió con frialdad:
—Hay una habitación de invitados al lado. Puedes dormir allí.
—Llévame.
Sus finos labios, pegados a su oreja, murmuraron tiernamente, pero con un matiz de amenaza:
—Si no, lo hacemos aqu