Mientras él estuviera, Dulcinea nunca tendría paz.
Mientras él estuviera, su esposa siempre estaría bajo el control de él.
Había visto las grabaciones, había visto a su esposa arrodillarse ante ese hombre, suplicándole que lo dejara en paz…
¡Qué tonta!
Él no valía tanto para ella…
…
Luis regresó a la habitación y obligó a Dulcinea a comer.
Dulcinea solo tomó un poco de la sopa de carne.
En la habitación contigua, Leonardo volvió a llorar. Llevaba dos días llorando sin parar, día y noche, llamando a su mamá… mamá.
El corazón de Dulcinea se rompía.
Pero no le dijo nada a Luis. Ya no quería compartir nada con él, lo consideraba solo un conocido familiar.
Luis la miró en silencio, y después de un rato, dijo:
—¿Ni siquiera te importa Leonardo?
Dulcinea siguió sin decir una palabra.
Luis desvió la mirada, dejó el tazón y se dirigió a la habitación contigua.
En la habitación contigua,
Clara sostenía a Leonardo, sin saber qué hacer.
Lo consolaba diciendo:
—Nuestro Leonardo se cansa de estar aq