Capítulo 427
Su voz buscaba tranquilizarlo.

Él debería sentirse feliz, pero algo no estaba bien por dentro.

Ana ya no tocaba el tema.

Se inclinó suavemente para cerrar la puerta del auto, y en ese movimiento se acercaron tanto que Mario pudo percibir el olor a leche de Enrique y el suave perfume de Ana, ese aroma floral que siempre le había atraído.

Ese perfume ligero, dulce como un manantial, había saciado la sequía emocional de Mario durante mucho tiempo y también había despertado su instinto más profundo.

Sus ojos se intensificaron, como si intentaran leer el alma de ella.

La puerta del elegante auto se cerró con lentitud, ocultando sus miradas. Mateo, al margen, se frotaba las manos y dijo:

—Señora Lewis, de ahora en adelante, permítame encargarme de cerrar las puertas.

Él la llamó «señora Lewis», y Ana no lo corrigió.

Mateo, siempre astuto, ya tenía un plan en mente y subió al auto, animado.

En el asiento trasero, Emma no paraba de charlar con su padre.

Mario la observaba con ternura, sabiend
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