Mario se presionaba contra Ana, murmurando con una voz cargada de sensualidad:
—Anoche no estabas de humor, hoy tampoco es tu día fértil… Ana, ¿me estás evitando a propósito? ¿Solo en tus días fértiles debo tocarte, estar contigo?
—¡Sí! —respondió Ana con firmeza.
Ella lo apartó con suavidad y, tras tomar un momento para calmarse, le aclaró:
—Me vine a vivir aquí por Emma, no por ti. Puede que no tenga a nadie más, pero eso no significa que deba aceptarte.
Mario escuchó con tristeza, sin mostrar su descontento. Sabía que Ana tenía razones para tratarlo así; después de todo, se lo había ganado. No la presionaba, pero su relación se sentía distante.
Carmen observaba y se preocupaba por cómo podría afectar su tensa relación a Emma. Ana simplemente comentó:
—Mario sabe comportarse delante de la niña.
Ana podía percibir que Mario realmente deseaba hacer las paces. Pero ella… ella no estaba lista para aceptarlo.
Decidiendo priorizar a su hija, Ana redujo sus horas de trabajo y llevó a Emma a