Al llegar Mario al edificio HM, ya eran las seis y media de la tarde. La abuela estaba sentada en un banco frente a la tienda, disfrutando de un hot dog que María le había comprado. Al ver a Mario bajar del coche, le comentó lo delicioso que estaba y sugirió que debería abrir un negocio de hot dogs. Mario no pudo evitar sentirse algo exasperado.
Él cerró la puerta del coche y se acercó a la abuela, agachándose a su lado con voz suave: —Te escapaste del hospital, ¿sabes cuántos médicos y enfermeras te estaban buscando? Y ahora estás aquí, comiendo hot dogs como una niña.
Mario Intentó quitarle el hot dog, pero la abuela lo recuperó rápidamente, diciendo: —¡He venido a visitar a Ana!
Ana, sin palabras, observaba la escena.
Mario se levantó y se colocó frente a Ana.
Aunque estaban cerca, la distancia emocional entre ellos era evidente, como exesposos que son.
Ana le extendió la caja de joyas a Mario: —Tu abuela trajo esto. Deberías llevártelo.
Mario no aceptó la caja. La miró intensame