Los ojos de Ana se humedecieron.
Mario, sosteniendo el volante, no arrancó el coche durante un buen rato. Finalmente, giró la cabeza hacia Ana y dijo en voz baja: —Estos días, el pequeño Shehy ha estado buscándote.
Ana rápidamente giró su rostro hacia otro lado y dijo: —Conduce, por favor.
Mario retiró la mirada y la fijó en la carretera. Después de unos cinco segundos, puso en marcha el coche. Condujo muy lentamente, el lujoso Bentley negro avanzaba a través de la fina nieve, llevándolos por calles que nunca habían recorrido juntos.
Durante sus tres años de matrimonio, habían perdido demasiados momentos juntos. Ahora, al separarse y recordar el pasado, apenas podían recordar momentos felices… solo quedaban heridas y engaños.
El trayecto de 20 minutos lo extendió a una hora. Pero por más lento que fuera, todo camino tiene su fin. Finalmente, el coche se detuvo frente al edificio donde vivía Ana. Mario se giró hacia ella y dijo suavemente: —Hemos llegado.
Ana asintió, abrió la puerta