Reflexionando sobre ello, Ana encontraba irónico que antes le gustara ser llamada señora por su chófer.
Decidida a revisar la situación de su amiga María, había quedado con ella en una cafetería.
María llegó primero y eligió un lugar junto a la ventana panorámica, desde donde vio a Ana llegar conduciendo su propio coche.
Cuando Ana se sentó, María bromeó: —¿Cómo es que conduces tú misma? ¿No se supone que todas las damas de alta sociedad tienen su propio chófer?
Ana sonrió levemente y respondió: —De ahora en adelante, quiero conducir yo misma.
Al oír esto, María intuyó las intenciones de Ana: —¿De verdad piensas en divorciarte? Últimamente he notado que Mario es bastante amable contigo.
Ana prefirió no hablar sobre su matrimonio. En cambio, preguntó seriamente: —¿Y tú y Pablo? ¿Cuáles son tus planes?
Con cierta resignación, María contestó: —Lo nuestro es solo una transacción sexual. No nos amamos, podemos romper en cualquier momento.
Ana no dijo nada. María continuó, más abiertamente