Era un viernes por la tarde cuando Mario voló de regreso a la ciudad B.
Gloria y el chofer fueron al aeropuerto a recogerlo.
Una vez en el auto, Gloria le preguntó con naturalidad: —Señor Lewis, ¿desea ir a la oficina o a la villa?
Mario, agotado por una semana de trabajo, se frotó la frente antes de responder: —Mejor voy a la casa de Ana.
Gloria se sintió inmediatamente desanimada.
Después de un momento, ella le preguntó suavemente: —¿Va a recogerla para llevarla a la villa? ¿Han tenido alguna discusión?
Mario frunció el ceño y respondió: —Secretaria Torres, esos asuntos no son parte de tu trabajo.
Gloria no se atrevió a seguir con el tema. Colocó sus manos sobre el borde de su falda, apretándola con fuerza...
Ella era mujer y el instinto femenino rara vez se equivoca. Podía sentir que Mario estaba comenzando a valorar más a Ana.
Hace unos días, ella había aparecido un marco en el escritorio de Mario con una foto de Ana.
Después de tres años de matrimonio, Mario finalmente había